sábado, 21 de febrero de 2015

¿Puede la Neurociencia determinar la culpabilidad o la inocencia?



En julio del 2009, un galés llamado Brian Thomas de 59 años de edad, estranguló a su esposa Christine en medio de la noche, mientras la pareja se encontraba de vacaciones en su caravana. No había duda de que lo hizo, pero fue absuelto de asesinato el año siguiente y salió de su juicio como un hombre libre.

Un trabajador del acero jubilado y padre de dos hijos, Thomas, a todas luces, un esposo devoto y amoroso. También sufría de una variedad de dolencias. Como escuchó el jurado en Swansea Crown Court, Thomas tenía desde la infancia un trastorno crónico del sueño llamado automatismo, y había estado tomando tres medicamentos diferentes para tratar su depresión y los temblores en su mano, un síntoma de su enfermedad de  Parkinson. Dejó de tomarlos antes de las vacaciones porque creía que reducían su apetito sexual

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 Una ilustración de las conexiones
 dentro de un cerebro
 afectado por la enfermedad de Parkinson


Thomas desconocía, sin embargo, que la retirada repentina del antidepresivo puede causar sueños vívidos o que su medicamento para el Parkinson inhibía la fase REM, en la que se suceden los sueños.  En esa noche fatídica de julio, tuvo una pesadilla violenta, posiblemente provocada por un encuentro anterior con un grupo de adolescentes problemáticos. Mientras la pareja dormía en la cama, soñó que un hombre había irrumpido en la caravana y estaba atacando a su esposa, y  forcejeó con él. Cuando se despertó, vio a Christine que yacía muerta, se dio cuenta de lo que había hecho, y llamó a la policía para denunciar el asesinato.

Aunque extraordinario, el caso no es único. En septiembre del año pasado, por ejemplo, un hombre sueco llamado Mikael Halvarsson fue declarado culpable de violación pero sus cargos fueron levantados.  La Corte de Apelaciones escuchó que sufría de sexomnia, una rara condición relacionada con el sonambulismo, que hace que la gente se involucre en comportamientos sexuales mientras duermen. Debido a esto, se dispuso que Halvarsson -al igual que  Thomas antes que él- no debía ser considerado responsable de sus acciones.
Los juicios penales a menudo requieren la prueba de una mente culpable, o la intención de actuar. La neurociencia está cambiando poco a poco la forma en que nos vemos a nosotros mismos, y existe la preocupación de que su uso para explicar el comportamiento humano esté comenzando a erosionar la idea de que tenemos libre albedrío y a sentirnos liberados de la responsabilidad moral. Los neuropsicólogos y los miembros de la profesión de la abogacía se reunieron en una conferencia multidisciplinar de la Universidad de Swansea a finales del año pasado para discutir cómo la investigación del cerebro está empezando a  influenciar el sistema de justicia penal. Si bien la adopción de la neurociencia en la sala del tribunal ha sido gradual, hay cada vez más pruebas de que será la base de muchos procesos judiciales en un futuro próximo.

Culpar al cerebro


El argumento aparentemente improbable de "mi cerebro me hizo hacerlo" a veces es plausible. Hay, por ejemplo, el caso informado ampliamente del hombre con un tumor en el lóbulo frontal, que lo convirtió en un pedófilo, y ahora sabemos que los medicamentos utilizados para tratar la enfermedad de Parkinson pueden causar comportamientos compulsivos como comer en exceso,  hipersexualidad y adicción a los juegos de azar y a las compras debido a sus efectos sobre el sistema de recompensa del cerebro.

A veces, sin embargo, no es así. La capacidad disminuida a veces puede conducir a un castigo más severo. "Al darnos una mejor comprensión de la mente, creo que la neurociencia realmente puede  ampliar el alcance de la responsabilidad", dice Jennifer Chandler, una profesora asociada de Derecho en la Universidad de Ottawa.

Ella cita ejemplos de cómo una persona con capacidad disminuida, sin embargo, podría ser vista como responsable de sus actos criminales a los ojos de la ley, como por ejemplo un paciente con esquizofrenia que actuara violentamente o alguien con narcolepsia o epilepsia que matara o dañara a otros en un accidente de coche después de no tomar su medicación. En casos como estos, se considera que el acusado tiene conocimiento y control sobre sus acciones. Estos sujetos  conocen las posibles consecuencias de no tomar su medicación y por tanto podrían considerarse negligentes por no evitar el riesgo previsible de daño.

"La responsabilidad podría convertirse en una especie de fracaso negligente previo para evitar acciones posteriores", dice Chandler. "Podemos encontrar maneras de sostener que alguien incapaz es responsable, si miramos hacia atrás a los tiempos en que se mostraban capaces y tomaban decisiones arriesgadas que contribuyeron a su incapacidad y al comportamiento peligroso en el futuro."

El papel del Trauma


Huw Williams, profesor asociado de  neuropsicología clínica en la Universidad de Exeter, hace hincapié en que la conducta delictiva se asocia a menudo con una  lesión cerebral traumática. La lesión cerebral traumática es una de las principales causas de muerte y discapacidad, y a menudo se produce debido a los repetidos golpes en la cabeza que causan lesiones cuando los delicados tejidos del cerebro se deslizan unos sobre otros. Esto a menudo afecta al cortex prefrontal dorsolateral, una región que tiene un papel importante en las llamadas funciones ejecutivas, que producen cambios en el estado de ánimo, los procesos de pensamiento, la toma de decisiones y la conducta social.

La lesión cerebral traumática es mucho más frecuente entre los reclusos que en la población general, y los presos con lesión cerebral traumática tienen un mayor riesgo de cometer delitos violentos. Los jóvenes son especialmente vulnerables. La propia investigación de Williams muestra que de 11 a 19 años de edad, los varones delincuentes con lesión cerebral traumática tienen más condenas y son más de dos veces más propensos que otros a cometer un delito violento grave. Estos sujetos  están en mayor riesgo de abuso de sustancias y problemas de salud mental. Además, la lesión cerebral traumática no sólo está asociada a una edad más temprana de prisión, sino que también hace a las personas más propensas a reincidir en el futuro.

Es imposible saber si la lesión cerebral traumática realmente causa el comportamiento criminal o si simplemente hay una correlación, ya que es probable que haya muchos otros factores que complican las cosas. Por ejemplo, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad  se asocia con la delincuencia, pero los medicamentos para el trastorno por déficit de atención e hiperactividad reducen la tasa de criminalidad en los pacientes. Incluso podría ser una relación de doble vía, de manera que la lesión aumenta el riesgo de la violencia, que a su vez causa una lesión adicional que impacta más aún en el  comportamiento creándose  un círculo vicioso.

Todo esto tiene implicaciones para la sentencia y para la rehabilitación. "Las necesidades médicas de los presos con lesión cerebral traumática no se están cubriendo ", dice Williams. "Los niños, en particular, son más propensos a sufrir lesiones, pero con menos probabilidades de obtener la ayuda y el apoyo que necesitan." En un informe reciente, Williams hace una serie de recomendaciones. Deberían, dice, realizarse evaluaciones estandarizadas de los jóvenes que entran en el sistema de justicia penal, sobre todo antes de la sentencia, para identificar mejor a los jóvenes delincuentes que están en mayor riesgo. El personal penitenciario y otros miembros de la justicia penal deben ser conscientes de la prevalencia de las lesiones cerebrales en la población penitenciaria y deben actuar de enlace con expertos en salud mental para monitorizar a los delincuentes. También recomienda que los jueces tengan en cuenta si existe algún antecedente de lesión cerebral al dictar sentencias.

El matiz del desarrollo


Sin embargo, incluso en ausencia de lesión cerebral, los nuevos descubrimientos sobre el cerebro de los adolescentes ya están llevando a algunos a repensar cómo son castigados  los delincuentes jóvenes. En Inglaterra y Gales, la edad de responsabilidad penal es de 10 años, y en los Estados Unidos,  es de 17. Hasta hace relativamente poco, los neurocientíficos creían que el desarrollo del cerebro se completaba alrededor de los 16 años de edad. Ahora sabemos, sin embargo, que mientras que el cerebro llega efectivamente a su tamaño máximo en torno a esa edad, su desarrollo está lejos de ser completo.

Los lóbulos frontales siguen madurando hasta bien entrada la década de los veinte, y, posiblemente, en la tercera década de la vida. Los circuitos neuronales implicados en funciones como el control de los impulsos y la toma de decisiones, son por lo tanto lo último en madurar, y su desarrollo no es completo hasta mucho más allá de lo que se piensa tradicionalmente como la adolescencia. Y lo que es más, el circuito de recompensa en el cerebro de los adolescentes es hipersensible. En conjunto, estos resultados ayudan a explicar lo que pensamos del comportamiento de los adolescentes como estereotipado: asumir riesgos, tomar malas decisiones, y tratar de impresionar a sus amigos.

"La Neurociencia tiene un importante potencial para cambiar la forma en que los  delincuentes jóvenes son tratados y sugiere que necesitamos adoptar un enfoque mucho más matizado de la responsabilidad", dice Bebhinn Donnelly-Lazarov, un lector en derecho en la Universidad de Swansea, que organizó la conferencia. "Alguien a sus 20 años de edad no carece de responsabilidad en la forma en que lo hace un niño, pero tenemos que reconocer que el desarrollo de su cerebro todavía está en curso."

El asunto de la interpretación


Los tribunales de justicia ya están empezando a tomar el asunto en consideración. Las explicaciones del comportamiento basadas en el cerebro pueden dar lugar a mejoras en el tratamiento de la demencia criminal.

Tradicionalmente, el veredicto de no culpable por razones de demencia se utiliza muy raramente, y los tribunales tienen el poder discrecional sobre lo que entonces pasa a esos acusados. La defensa basada en  la demencia abarca una amplia variedad de condiciones, desde caminar dormido, a la diabetes y la epilepsia. Los acusados cuyo comportamiento se puede atribuir a estas condiciones pueden ser etiquetados como locos, pero con esta etiqueta viene un gran estigma.

"La neurociencia podría ser de gran valor para determinar si los acusados están  realmente locos," continúa  Donnely-Lazarov. "Se debe hacer que el derecho se aleje de estas etiquetas estigmatizadoras de tal manera que la ley pudiera apoyarse en  conceptos médicos en lugar de los legales para definir la responsabilidad."

Esto plantea aún problemas más difíciles, sin embargo, con respecto a cómo se interpretan y utilizan los datos médicos. La duda de si es culpable o inocente puede que en algún momento en el futuro se apoye  en la evidencia neurocientífica, pero actualmente hay grandes problemas con la forma en la cual los neurocientíficos interpretan estos datos, y por lo general, los responsables de la justicia penal que podrían utilizar la información no está calificados para evaluarlos correctamente.

Es poco probable que la neurociencia conduzca a reformas radicales en el proceso legal. En su lugar, los cambios probablemente ocurrirán poco a poco, al ritmo que avance nuestro conocimiento del cerebro, y que casos inusuales que  vayan surgiendo establezcan  nuevos precedentes. "La ley es un sistema basado en reglas, y serán necesarios cambios en la normativa para dar cabida a la nueva información", dice Donnelly-Lazarov. "Los fiscales están cada vez más dispuestos a considerar la evidencia neurocientífica, así que tenemos que tener mucho cuidado en cómo integramos esta información como prueba."

"Estamos muy lejos de que existan estatutos criminales que digan que el cerebro de un acusado se encuentra en un estado en particular, pero la neurociencia se integrará en la práctica de la ley de forma creciente y con naturalidad."


Basado en:  http://www.pbs.org/wgbh/nova/next/body/law-neuroscience/