La región cerebral selectiva del reconocimiento facial continúa creciendo en la edad adulta y contradice lo observado en otras regiones sobre la maduración de nuestro cerebro.
Desde el momento en que nacemos, preferimos mirar a los
rostros antes que a otros objetos inanimados y, siendo animales sociales, nos
encontramos con rostros cada día de nuestras vidas. La cara es la primera cosa
que miramos al identificar a otras personas. Las caras también transmiten
emociones, informándonos del estado de ánimo de las personas, y a partir de
ellas usualmente podemos determinar el sexo de una persona y, a veces,
aproximadamente, su edad. Los movimientos oculares también pueden revelarnos
algo sobre las intenciones de otra persona.
El área de reconocimiento facial se muestra en rosa en este modelo de cerebro. La zona mostrada en verde es el área de reconocimiento de lugares, que se encuentra en el sulco colateral. |
Las caras son tan importantes para las interacciones
sociales humanas que nuestros cerebros contienen una región que se especializa
para procesarlas. Esta región, el Área Fusiforme Facial, se encuentra en la
superficie inferior del lóbulo temporal, y se cree que es única para los seres
humanos y otros primates. Nuestra capacidad de la niñez de reconocer caras mejora
con el paso de los años, en línea con el desarrollo de esta región, pero
todavía sabemos muy poco sobre cómo la emergencia de tales habilidades está
ligada a los cambios anatómicos.
Hasta la edad de 10 años, los niños experimentan una
transformación cerebral dramática conocida como poda sináptica, en la que las
conexiones cerebrales no utilizadas se recortan y las utilizadas con frecuencia
se fortalecen, haciendo de sus cerebros máquinas de procesamiento más
eficientes. La neurocientífica Kalanit Grill-Spector de la Universidad de
Stanford y sus colegas han demostrado previamente que algunas áreas cerebrales
visuales maduran temprano. Nuestra capacidad de reconocer objetos inanimados,
por ejemplo, se establece a los siete años. Nuestras habilidades de
reconocimiento facial, sin embargo, continúan mejorando en la década de los 20,
que es lo que llevó a los investigadores a investigar los cambios cerebrales
que ocurren entre la infancia y la edad adulta joven.
Este nuevo estudio realizado por investigadores de la
Universidad de Stanford muestra que el tamaño de esta región del cerebro, selectiva para las caras, continúa creciendo bien entrada la segunda década de vida. Los hallazgos,
publicados en la revista Science, desafían nuestras suposiciones acerca de los
patrones de desarrollo del cerebro en la adolescencia.
Jesse Gomez y sus colegas reclutaron a 22 niños de entre
5 y 12 años, y 25 adultos de entre 22 y 28 años, y escanearon sus cerebros usando
dos técnicas diferentes: la imagen por resonancia magnética funcional (IRMf),
que mide indirectamente la actividad cerebral detectando cambios en el flujo
sanguíneo cerebral y la IRM cuantitativa, una técnica recientemente desarrollada
que da medidas precisas de la estructura y la composición del tejido cerebral
humano.
En la primera fase, los investigadores utilizaron la resonancia magnética (MRI) para capturar
imágenes detalladas de la anatomía cerebral de cada sujeto. Luego, los
participantes se sometieron a exploraciones cerebrales funcionales mientras
miraban imágenes (categorizadas como caras, partes corporales, objetos, lugares
o símbolos), permitiendo a los investigadores ver cómo selectivamente las
regiones cerebrales asociadas con el reconocimiento facial respondían a las
caras. Finalmente, los participantes completaron una serie de pruebas para
evaluar sus habilidades de reconocimiento facial, tales como caras coincidentes
fotografiadas en diferentes tipos de iluminación y desde diferentes ángulos.
El investigador Jesse Gomez explica a un participante la tarea de reconocimiento de caras. Foto de Jesse Gomez y Kalanit Grill-Spector. Laboratorio de Visión y Percepción de la Universidad de Stanford. |
Los investigadores
se centraron en el giro fusiforme en la parte inferior del lóbulo temporal, que
contiene no sólo el Área Fusiforme Facial, sino también, inmediatamente
adyacente a ella, otra región que es selectiva para lugares y paisajes.
Los investigadores identificaron por primera vez ambas
regiones en las imágenes obtenidas mediante IRMf, lo que confirmaba que una se activaba
sólo en respuesta a las imágenes de las caras, y la otra sólo en respuesta a
las imágenes de los lugares. A continuación, utilizaron la IRM cuantitativa para
producir mapas detallados de ambas regiones cerebrales en todos los
participantes. Esto reveló que el tamaño del Área Fusiforme Facial aumentaba
con la edad: era mayor en los participantes adultos que en los niños, y cuanta
más edad tenía el individuo, mayor era su tamaño. Por el contrario, no se
observó tal diferencia en la adyacente región selectiva de lugares, cuyo tamaño
permaneció estable en todos los adultos.
Gómez y sus colegas también comprobaron la memoria para
el reconocimiento facial y el reconocimiento de lugares, y encontraron que la
habilidad para reconocer caras estaba estrechamente relacionada con el tamaño
de su Área Fusiforme Facial, esto es, cuanto más grande era esta área, mejor era
el resultado obtenido en la memorización facial. La capacidad de recordar
lugares, por otra parte, no estaba en absoluto relacionada con el tamaño del Área
Fusiforme Facial. Esto sugiere que el Área Fusiforme Facial continúa creciendo
hasta la edad adulta, y que este crecimiento está estrechamente vinculado con
una mejora de la capacidad de reconocimiento facial.
Más inesperadamente, el tejido en estas regiones
cerebrales era más denso en adultos que en niños, esto es, contenía un número similar de
células cerebrales pero mostraba más estructuras de soporte que les ayudaban a
conectarse entre sí. Según Grill-Spector, este tejido más denso es evidencia de
que el crecimiento del tejido, en lugar de la poda sináptica, en las regiones
cerebrales vinculadas al reconocimiento facial, nos ayuda a mejorar el
reconocimiento de rostros a medida que maduramos. "Esto sugiere que podría
haber múltiples mecanismos de desarrollo en el cerebro a lo largo de la vida y
en diferentes regiones del cerebro", dice. Los investigadores están
profundizando en estos cambios de desarrollo mediante el seguimiento de los
cambios cerebrales en los niños a medida que maduran.
Para confirmar sus hallazgos anatómicos, y tratar de
establecer cómo estas diferencias de tamaño podrían ocurrir, los investigadores
examinaron el tejido cerebral post-mortem obtenido a partir de 10 adultos.
Efectivamente, encontraron que el tamaño del Área Fusiforme Facial aumentó con
la edad. Su análisis también sugirió que estos aumentos de tamaño dependientes
de la edad son probablemente debido a una serie de factores, especialmente la
ramificación de dendritas, el crecimiento de nuevas espinas dendríticas y la
formación de mielina, una sustancia grasa que envuelve las fibras nerviosas
para aislarlas y acelerar la transmisión nerviosa.
Hasta hace poco, se creía que el desarrollo del cerebro
terminaba alrededor de los 16 años de edad. Aunque el cerebro ya ha alcanzado
su tamaño completo para entonces, ahora sabemos que partes de él continúan
madurando hasta por lo menos, y quizás más allá de los 25 años de edad. Lo más
notable es que la corteza prefrontal experimenta un período prolongado de
maduración, durante el cual se eliminan un gran número de conexiones
sinápticas. Esta "poda" sináptica refina los circuitos neurales
prefrontales, haciéndolos más eficientes en el desempeño de funciones
ejecutivas como la planificación y la toma de decisiones.
Los nuevos hallazgos parecen demostrar que el Área
Fusiforme Facial continúa creciendo hasta la edad adulta temprana, y por lo
tanto desafían la opinión establecida de que las etapas posteriores del
desarrollo del cerebro se caracterizan por reducciones de volumen causadas por
la poda sináptica. Los hallazgos, sin embargo, están algo limitados por el
pequeño número de participantes, y también por el hecho de que los
participantes más mayores tenían sólo 28 años de edad. Es en torno a esta edad que
el desarrollo del cerebro se supone que
se estabiliza, por lo que no se puede asegurar
de manera concluyente que el Área
Fusiforme Facial no continúe creciendo en la edad adulta, hasta que los resultados
se repliquen en personas de un rango de edad mucho más amplio.
En cuanto a por qué nuestras habilidades de
reconocimiento facial siguen mejorando incluso en la edad adulta joven, hay un
par de posibilidades. Una es que simplemente necesitamos recordar más caras. Kalanit
Grill-Spector explica que a medida que envejecemos, "el tamaño de nuestros
círculos sociales se expande ampliamente" y una creciente capacidad
de reconocimiento facial puede ayudarnos a mantener el ritmo. Otra es que
nuestros cerebros pueden requerir más afinación para diferenciar caras, que
parecen más similares que objetos o lugares. "Todos tienen las mismas
partes y la misma configuración", según Grill-Spector, "así que realmente tienes
que estar en sintonía con las diferencias entre personas, y este refinamiento
puede requerir mucho tiempo".
La corteza visual contiene regiones específicas para
procesar muchos tipos diferentes de estímulos visuales - rostros y lugares,
pero también movimiento y colores. Dado que este estudio comparó sólo
procesamiento facial y procesamiento de localización, aún no está claro si el
aumento en el tejido cerebral está realmente limitado a áreas de reconocimiento
facial. Pero el hallazgo muestra que los circuitos cerebrales detrás de
diferentes tipos de procesamiento visual no se desarrollan de la misma manera.
Sin embargo, los hallazgos parecen proporcionar otro
ejemplo de neuroplasticidad dependiente de la experiencia, el proceso mediante
el cual las cosas que hacemos alteran la estructura y la función del cerebro.
La infancia, la adolescencia y la edad adulta temprana son períodos de la vida
en los cuales la mayor parte de nosotros amplían nuestros diversos círculos
sociales. El tamaño del Área Fusiforme Facial puede, por lo tanto, aumentar en
relación con el número de nuevas caras que vemos y recordamos, por lo que
también sería interesante si su tamaño realmente difiere según el entorno en
que nos movemos.
Basado en : J. Gomez et
al. Microstructural
proliferation in human cortex is coupled with the development of face
processing. Science.
Vol. 355, January 6, 2017, p. 68. doi: 10.1126/science.aag0311.
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