La música probablemente consigue algo único. Estimula el cerebro de una manera muy potente, debido a nuestra conexión emocional con ella.
Mientras que los juegos de entrenamiento cerebral y las aplicaciones
para smartphones pueden no estar a la altura de su fama, ciertas otras actividades y un estilo de vida adecuado, pueden tener beneficios neurológicos
que promueven la salud general del cerebro y pueden ayudar a mantener la mente lúcida
a medida que envejecemos. Una de ellas es la formación musical. La
investigación muestra que aprender a tocar un instrumento musical es
beneficioso para los niños y adultos por igual, e incluso puede ser útil para aquellos
pacientes que se recuperan de lesiones cerebrales.
Plasticidad cerebral
La plasticidad es una característica fundamental de la
organización de la función cerebral humana. Tradicionalmente, se pensaba que el
cerebro fijaba su cableado después de un período crítico en el desarrollo. Sin
embargo, ahora se acepta que el cerebro tiene una notable capacidad de
modificar su organización estructural y funcional durante toda la vida, en
respuesta a cambios producidos en nuestro medio ambiente. Esta plasticidad
cerebral subyace en el desarrollo normal y la maduración, en la habilidad para
el aprendizaje y la memoria, en la recuperación tras una lesión cerebral, así
como en las consecuencias de una
privación sensorial o de un enriquecimiento ambiental.
El aprendizaje de habilidades ofrece un modelo útil para el
estudio de la plasticidad, ya que puede ser fácilmente manipulado en un entorno
experimental. En particular, la composición musical (por ejemplo, aprender a
cantar o tocar un instrumento musical) es una actividad que normalmente se
inicia temprano en la vida, mientras que el cerebro es más sensible a los
cambios plásticos, y con frecuencia se continúa durante toda la vida de los
músicos. Por otra parte, tocar música implica múltiples modalidades sensoriales
y de planificación motora, de preparación y de ejecución. La idea de que la
práctica musical puede ser un fuerte estimulador multimodal para la plasticidad
cerebral se remonta a principios del siglo XX, cuando Ramón y Cajal (1.904-1.999)
argumentó que la experiencia de la música se asocia con cambios anatómicos en el
cerebro.
Tocar un instrumento musical es una experiencia rica y
compleja que implica integrar la información de los sentidos de la vista, el
oído y el tacto, así como los movimientos finos, y aprender a hacerlo puede
inducir cambios a largo plazo en el cerebro. Los músicos profesionales son
intérpretes altamente cualificados que pasan años de entrenamiento, y
proporcionan un laboratorio natural en el que los neurocientíficos pueden
estudiar cómo se producen tales cambios –
referidos a la plasticidad que depende de la experiencia- a lo largo de toda la
vida útil.
Cambios en la estructura cerebral
Los estudios iniciales que exploraron el cerebro revelaron
diferencias significativas en la estructura del cerebro entre los músicos y los
no músicos de la misma edad. Por ejemplo, el cuerpo calloso, un haz masivo de
fibras nerviosas que conectan los dos hemisferios del cerebro, es
significativamente mayor en los músicos. Las áreas del cerebro implicadas en el
movimiento, la audición y las habilidades visuales y espaciales también parecen
ser mayores en los pianistas profesionales. Y el área dedicada a las
sensaciones táctiles de procesamiento de la mano izquierda se incrementa en los
violinistas.
Algunos estudios científicos han comparado datos de
diferentes grupos de personas en un momento dado en el tiempo. Como tal, no
podían determinar si las diferencias observadas habían sido realmente causadas por la formación musical, o
si las diferencias anatómicas existentes predisponían a algunos a convertirse
en músicos. Pero más tarde, otros estudios longitudinales diseñados para hacer
un seguimiento de personas a través del
tiempo, han demostrado que los niños pequeños tras 14 meses de formación musical exhiben significativos
cambios cerebrales tanto estructurales como
funcionales en comparación con aquellos
que no reciben formación musical.
En conjunto, estos estudios muestran que aprender a tocar un
instrumento musical no sólo aumenta el volumen de materia gris en varias
regiones del cerebro, sino que también puede fortalecer las conexiones de largo
alcance entre ellas. Otras investigaciones muestran que la formación musical
también mejora la memoria verbal, el razonamiento espacial y las habilidades de
alfabetización, de tal manera que los músicos profesionales por lo general
superan a los no-músicos en estas habilidades.
¿Los músicos resultan beneficiados a largo plazo?
Es importante destacar que los estudios de exploración del
cerebro muestran que la magnitud de los cambios anatómicos en los cerebros de
los músicos están estrechamente relacionados con la edad en que se comenzó la
formación musical, y la intensidad del entrenamiento. Los que comenzaron a aprender
música a la edad más temprana mostraron los mayores cambios en comparación con
los no-músicos.
Incluso cortos periodos de formación musical en la primera
infancia pueden tener beneficios duraderos. En un estudio de 2013, por ejemplo,
los investigadores reclutaron a 44 adultos mayores y los dividieron en tres
grupos en función del nivel de formación musical que habían recibido como niños.
Los participantes en el primer grupo no habían recibido ninguna formación en
absoluto; los del segundo grupo había tenido cierta enseñanza musical, que se
define como entre uno y tres años de clases; y aquellos del tercer grupo, habían recibido moderados niveles de formación
(de 4 a 14 años).
Los investigadores sometieron a los participantes a escuchas
de grabaciones de discursos complejos, y
utilizaron electrodos en el cuero cabelludo para medir el tiempo de las respuestas
neuronales en una parte del tronco cerebral auditivo. A medida que envejecemos,
se deteriora el tiempo de respuesta, lo que dificulta la comprensión del habla,
especialmente en ambientes con mucho ruido de fondo. Los participantes que
habían recibido cantidades moderadas de formación musical exhibieron respuestas neuronales más rápidas, lo que
sugiere que el entrenamiento incluso limitado en la infancia puede preservar el
procesamiento sostenido de los sonidos del habla, y aumentar la resistencia al
deterioro relacionado con la edad en la audición.
Más recientemente, se ha hecho evidente que la formación
musical facilita la rehabilitación de pacientes que se recuperan de un
accidente cerebrovascular y otras formas de daño cerebral, y algunos investigadores
sostienen ahora que también se podría impulsar la transformación y el
aprendizaje del habla en los niños con dislexia y otros trastornos del
lenguaje. Lo que es más, los beneficios de la formación musical parecen
persistir durante muchos años, o incluso décadas, y la imagen que surge de todo
esto, evidencia que aprender a tocar un
instrumento musical en la infancia protege el cerebro contra el deterioro cognitivo y la demencia.
La música llega a partes del cerebro a los que no se llega
con estímulos simples. La música es un fuerte estímulo cognitivo que hace
crecer el cerebro de una manera que no está al alcance de ningún otro estímulo,
y la evidencia de que la práctica musical mejora cosas como la memoria de trabajo
y el lenguaje, es muy robusta.
Aprender a tocar un instrumento musical, por tanto, parece
ser una de las formas más eficaces que hay para el desarrollo del cerebro. La
práctica musical puede inducir diversos cambios estructurales y funcionales en
el cerebro, dependiendo de qué instrumento se está aprendiendo, y de la
intensidad con que se practica. Es un ejemplo de cómo la experiencia a lo largo
de toda la vida puede alterar el cerebro
para que se adapte a la idiosincrasia del estilo de vida de su propietario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario