La historia de las drogas
psicodélicas y su utilización en psiquiatría comenzó a principios de los años
1950, unos 10 años después de que Albert Hofmann descubriera las propiedades
alucinógenas del LSD, y duró hasta 1970.
La historiadora médica Erika
Dyck examinó los archivos de investigadores canadienses de salud mental y entrevistó
a algunos de los psiquiatras, pacientes
y enfermeras involucradas en los primeros ensayos con LSD. El trabajo de Dyck
muestra la experimentación temprana con LSD bajo una nueva luz, como una rama
fructífera de la investigación psiquiátrica dominante: redefinió el alcoholismo
como una enfermedad que podría curarse y desempeñó un papel en la revolución
psicofarmacológica que transformó radicalmente la psiquiatría. Pero, a pesar de
algunos resultados alentadores, la investigación con esta droga de resultados
esperanzadores fue bloqueada por los poderes públicos.
A la vanguardia de la primera
investigación psicodélica se encontraba un psiquiatra británico llamado Humphry
Osmond (1917-2004), un alto funcionario del Hospital St. George en el sur de
Londres, quien comenzó a investigar las propiedades químicas de la mescalina,
el ingrediente psicoactivo del cactus peyote durante la década de 1940. Después
de experimentar con el fármaco durante casi dos años, Osmond y sus colegas
concluyeron que "causó síntomas en personas normales que eran similares a
los síntomas de la esquizofrenia".
Una investigación posterior les
llevó a creer que la estructura química de la mescalina se parecía mucho a la
de la adrenalina. Como consecuencia, llegaron a considerar la esquizofrenia
como causada por una sobreproducción de adrenalina. Pensaron al hacerlo que habían
formulado la primera teoría bioquímica de la enfermedad mental.
En 1951, Osmond se trasladó a
Canadá para ocupar el cargo de subdirector de psiquiatría en el Hospital Mental
de Weyburn en Saskatchewan y, con fondos del gobierno y la Fundación
Rockefeller, estableció un programa de investigación en bioquímica.
Al año siguiente, conoció a
otro psiquiatra con el nombre de Abram Hoffer, y ambos se embarcaron en una
colaboración a largo plazo. Osmond amplió su programa de investigación y
comenzó a usar LSD en lugar de mescalina, ya que estaba disponible en la sucursal
canadiense de la Sandoz Pharmaceutical Company en Toronto.
Ambos investigadores tuvieron
la idea de usar el LSD para tratar el alcoholismo en 1953, durante una
conferencia en Ottawa. Después de llegar a su hotel, no pudieron dormir, y se
quedaron hasta tarde hablando sobre problemas en psiquiatría. De madrugada, la conversación derivó a las similitudes entre
los efectos de LSD y el delirium tremens a menudo experimentado por los
alcohólicos durante la abstinencia, y comenzaron a preguntarse si el LSD podría
ser eficaz en el tratamiento del alcoholismo. ¿Un delirio controlado por el LSD
ayudaría a los alcohólicos a permanecer sobrios?
A su regreso a Saskatchewan,
Osmond y Hoffer decidieron probar su hipótesis y trataron a dos alcohólicos
crónicos, que habían sido admitidos en el Hospital Mental de Saskatchewan, con
una dosis única de 200 microgramos de LSD.
Osmond sabía por una
autoexperimentación anterior que cantidades mucho menores eran suficientes para
producir profundos cambios en la consciencia, pero utilizó dosis muy grandes
para un efecto más fuerte. La idea era que inducir un delirio artificial tan aterrador
que pudiera asustar al paciente e inducirlo a cambiar su comportamiento de
consumo habitual. Uno de los pacientes dejó de beber inmediatamente después del
tratamiento y permaneció sobrio durante todo el período de seis meses del
estudio de seguimiento. El otro continuó bebiendo después del experimento, pero
dejo de beber a los seis meses.
Osmond y Hoffer encontraron
estos resultados algo confusos, pero concluyeron que el LSD tenía una
probabilidad del 50% de ayudar a los alcohólicos.
El siguiente ensayo con LSD de
Saskatchewan lo realizó Colin Smith varios años más tarde. Smith trató a 24
pacientes e informó que 12 de ellos manifestaron una mejora de moderada a alta.
Alentados por estos resultados iniciales, otros psiquiatras comenzaron a usar
la droga para tratar a los alcohólicos.
Mientras tanto, Osmond y Hoffer
continuaron con su propia investigación. En 1960, habían tratado a unos 2.000
pacientes alcohólicos con LSD, y afirmaban que sus resultados eran muy
similares a los obtenidos en el primer experimento.
Osmond también introdujo a Aldous Huxley a la mescalina, dando al
novelista su primera dosis de la droga en 1953, que lo inspiró a escribir el
libro clásico “Las Puertas de la Percepción”. La terapia con LSD alcanzó su punto máximo en los años
cincuenta, tiempo durante el cual se utilizó incluso para tratar estrellas de
cine de Hollywood.
Para entonces, habían surgido dos
formas de terapia. La terapia psicodélica (“manifestación de la mente”) que se practicó principalmente en América del
Norte que consistía en una psicoterapia
intensiva seguida por una única megadosis de LSD. Se pensó que las experiencias
trascendentales inducidas por dosis tan grandes, así como una mayor
autoconciencia, permitirían al paciente reflexionar sobre su condición con
mayor claridad.
Por otra parte, la terapia
psicolítica ("relajación de la mente") se practicaba principalmente
en Europa, e implicaba dosis de bajas a
moderadas del fármaco junto con el psicoanálisis, para liberar los recuerdos
perdidos mucho tiempo atrás y revelar la mente inconsciente.
Los primeros estudios de LSD se
realizaron junto con ensayos de fármacos recién desarrollados, como el
antipsicótico clorpromazina y el antidepresivo tricíclico imipramina. Juntos,
estos ensayos con fármacos condujeron a la aparición del nuevo campo de la psicofarmacología
y provocaron un cambio de paradigma que revolucionó la psiquiatría .El hallazgo
de que los psicodélicos pueden inducir síntomas similares a la esquizofrenia
reforzó la noción de que las condiciones psiquiátricas son causadas por
desequilibrios químicos en el cerebro. Y los psiquiatras, ante nuevas
evidencias de que los trastornos mentales pueden ser efectivamente tratados con
drogas, comenzaron a abandonar el enfoque psicoanalítico en favor de nuevos
modelos de enfermedad basados en la química del cerebro.
El LSD llegó a las calles a
principios de los años 60, cuando se publicaron más de 1.000 artículos de
investigación científica sobre la droga, describiendo resultados prometedores
en unos 40.000 pacientes. Poco después, sin embargo, las investigaciones sobre
el LSD como agente terapéutico llegó a su fin por dos razones. En primer lugar,
algunos investigadores señalaron la metodología defectuosa de los estudios. La
mayoría carecía de controles adecuados, por lo que los pacientes involucrados
no fueron asignados al azar en grupos que recibieran el tratamiento real o un
placebo. Hoy en día, el estudio aleatorizado, doble ciego controlado con
placebo es el estándar de oro para los ensayos clínicos. El paciente no sabe si
se le ha administrado el tratamiento o el placebo. El investigador tampoco
debería saberlo, de modo que no predice los resultados con sus expectativas. En
aquel entonces, sin embargo, este diseño experimental todavía no había sido
universalmente aceptado como el mejor método para evaluar la eficacia de los
nuevos tratamientos farmacológicos.
La segunda - y más importante -
razón era el clima cultural y político de la época. A mediados de los años
sesenta, el LSD se había convertido en una droga recreativa popular, y estaba
estrechamente vinculado a la contracultura hippie y a los fenómenos afines:
disturbios estudiantiles y manifestaciones contra la guerra, rebeldía y
desobediencia social. Los medios de comunicación cada vez más retrataron al LSD como una droga peligrosa de abuso que
podría causar, entre otras cosas, daños cromosómicos y anomalías fetales.
Sandoz dejó voluntariamente de fabricar y
suministrar la droga en 1966, y los gobiernos de los Estados Unidos, Gran
Bretaña y Canadá impusieron severas restricciones a su uso en la investigación,
y finalmente prohibieron su uso por completo en 1970.
Los documentos relativos a los ensayos
con LSD en Saskatchewan se archivaron hasta que fueron
descubiertos por Dyck hace cinco años.
A mediados de los años noventa
se produjo un renovado interés por los potenciales beneficios terapéuticos de
las drogas psicodélicas. Una figura clave fue Franz Vollenweider, coautor de un
artículo publicado en la revista científica Nature Reviews Neuroscience. Como
explica el artículo, la nueva investigación confirma que las drogas psicodélicas
son efectivamente agentes terapéuticos eficaces, al menos cuando se administran
en combinación con terapia conductual, y pueden aliviar los síntomas de
diversos trastornos psiquiátricos.
Las nuevas técnicas de
investigación, como la utilización de la resonancia magnética funcional (fMRI),
están proporcionando nuevas ideas sobre cómo estas drogas afectan al cerebro y
revelan los mecanismos cerebrales que podrían explicar sus efectos
terapéuticos.
Composición química del LSD, Psilocibina, Mescalina y Serotonina mostrando sus similitudes y diferencias de estructura. |
Ahora se sabe, por ejemplo, que
los alucinógenos clásicos (el LSD, la psilocibina y la mescalina) ejercen sus
efectos activando el subtipo de receptor de la serotonina 5-HT2A expresado por las
células piramidales en las capas profundas de la corteza prefrontal en el
cerebro humano. La serotonina está involucrada en la señalización dentro de un
circuito neural ampliamente distribuido que está implicado en el estado de
ánimo y los trastornos afectivos. La activación de los receptores de serotonina
altera a su vez la señalización mediada por el glutamato y la dopamina, y
también puede inducir plasticidad sináptica, modificando la resistencia de las
conexiones de largo alcance entre los componentes del circuito neural. Los
efectos terapéuticos de las drogas psicodélicas pueden, por lo tanto, ser
debidos a su capacidad de modular la actividad neuronal dentro de estos
circuitos.
La química de los psicodélicos
está también estrechamente vinculada con la depresión y los antidepresivos.
Todos los psicodélicos clásicos son agonistas del receptor 5HT2A. La mayoría de
ellos tienen otros efectos sobre el cerebro, que contribuyen a los efectos
únicos de cada fármaco, pero el agonismo al receptor neuronal 5HT2A es lo que todos tienen en común.
Los receptores 5HT2A son
receptores excitatorios expresados en todo el cerebro, y son especialmente
densos en las células piramidales clave de la corteza cerebral.
Normalmente son
activados por la serotonina (5HT), que es el neurotransmisor que más a menudo
se piensa que está implicado en la depresión. La relación entre el 5HT y el
estado de ánimo es muy complicada, y la depresión no es simplemente un
trastorno de "serotonina baja", pero hay una fuerte evidencia de que
está involucrada.
Hay un detalle desconcertante,
que es que no todos los agonistas de 5HT2A son alucinógenos. Lisuride, un
fármaco utilizado en la enfermedad de Parkinson, está estrechamente relacionado
con el LSD, y es un fuerte agonista 5HT2A, pero no tiene efectos psicodélicos.
Recientemente se ha demostrado que el LSD y la lisurida tienen diferentes
efectos moleculares en las células corticales, a pesar de que actúan sobre el
mismo receptor; en otras palabras, el receptor 5HT2A no tiene una actividad
simple, sino que su actividad tiene una complejidad todavía no desentrañada.
Otras nuevas investigaciones
muestran que la ketamina, un anestésico disociativo con propiedades
alucinógenas que actúa sobre todo en el sistema transmisor glutamatérgico,
puede aliviar la depresión y también puede reducir la frecuencia de
pensamientos suicidas en pacientes deprimidos. Un ensayo clínico reciente
demostró que el MDMA ('Éxtasis') es beneficioso para los pacientes que sufren
de trastorno de estrés postraumático. Y algunas de las investigaciones propias
de Vollenwieder muestran que la psilocibina puede aliviar la ansiedad y el
dolor en pacientes con cáncer terminal.
Sorprendentemente, este trabajo reciente
muestra que algunos psicodélicos son eficaces después de una sola dosis; Esto
tiene obvias ventajas sobre otros tratamientos de drogas, que pueden requerir
muchos meses o incluso años. Pero a pesar de estos avances, queda mucho por
descubrir acerca de cómo las drogas psicodélicas actúan sobre el cerebro y por
qué son de valor terapéutico.
La historia de la
experimentación con el LSD podría ser también de utilidad para aquellos que
toman decisiones sobre la política de drogas. La criminalización del LSD en
1970 fue evidentemente una reacción directa de los gobiernos a los informes de
los medios de comunicación sensacionalistas sobre los peligros de la droga que
se produjeron sin un debate adecuado. El examen de las razones por las que los
ensayos tempranos de la LSD fueron interrumpidos tan abruptamente podría, por
lo tanto, proporcionar lecciones valiosas sobre cómo los fármacos polémicos
podrían incorporarse eficazmente a la medicina moderna.
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