El tratamiento para el trastorno bipolar se descubrió a través de una ruta altamente improbable.
Hace unos
70 años, John Cade, un psiquiatra australiano, descubrió un medicamento para el
trastorno bipolar que ayudó a muchos pacientes a recuperar la estabilidad de forma
rápida. El litio es ahora el tratamiento estándar para la afección y uno de los
medicamentos más consistentemente efectivos en psiquiatría. Pero su aceptación
estuvo plagada de obstáculos. La historia entrelazada de Cade y su
descubrimiento trascendental se cuenta en Lithium, un libro convincente del
psiquiatra estadounidense Walter Brown.
El
trastorno bipolar, denominado enfermedad maniacodepresiva hasta 1980, afecta a
alrededor de 1 de cada 100 personas en todo el mundo. Sin tratamiento, se puede
convertir en un ciclo implacable de altibajos emocionales. Las tasas de
suicidio para las personas no tratadas son 10-20 veces superiores a las de la
población general. Afortunadamente, el carbonato de litio, derivado del litio,
un elemento químico ligero metálico plateado, puede reducir esa cifra diez
veces.
Durante la
Segunda Guerra Mundial, Cade fue encerrado durante más de tres años en el
famoso campo japonés de prisioneros de guerra en Changi en Singapur. Fue puesto
a cargo de la sección psiquiátrica, donde comenzó a notar el vínculo decisivo
entre ciertas deficiencias alimentarias y las enfermedades en sus compañeros de prisión. La
falta de vitaminas del grupo B, por ejemplo, son la causa del beriberi y la pelagra.
Después de
la guerra, prosiguió sus investigaciones. Trabajando desde una despensa
abandonada en el Hospital Mental de Repatriación Bundoora, cerca de Melbourne,
Australia, comenzó a recolectar muestras de orina de personas con depresión,
manía y esquizofrenia, con el objetivo de descubrir si alguna secreción en su
orina podría estar relacionada con sus síntomas. Sin acceso a un análisis
químico sofisticado y en gran medida no guiado por la teoría, Cade inyectó la
orina en las cavidades abdominales de los conejillos de Indias, aumentando la
dosis hasta que murieron. La orina de las personas con manía resultó
especialmente letal para los animales.
El carbonato de litio está ahora en la lista de medicamentos esenciales de la Organización Mundial de la Salud. |
En otros
experimentos en Bundoora, Cade descubrió que el carbonato de litio, que se
había utilizado para tratar afecciones como la gota desde el siglo XIX,
redujeron la toxicidad de la orina de los pacientes. Cade también notó que una
gran dosis del medicamento tendía a calmar a los conejillos de indias. Podía
ponerlos de espaldas, y los roedores normalmente inquietos, se quedaban
mirándole plácidamente. Se preguntó si
el litio podría tener el mismo efecto tranquilizador en sus pacientes. Después
de tomarlo él mismo para establecer una dosis segura, Cade comenzó a tratar a
diez personas con manía.
En septiembre de 1949, informó de mejoras rápidas y considerables
en todas ellas en el Medical Journal of Australia. La mayoría de estos
pacientes habían estado ingresando y saliendo de Bundoora durante años; tras el
tratamiento con litio, cinco de ellos habían mejorado lo suficiente como para
regresar a sus hogares y familias.
El trabajo de Cade pasó desapercibido en su momento. Pronto, moviéndose a lo largo de las filas de la tabla periódica, Cade comenzó a experimentar con sales de rubidio, cerio y estroncio. Ninguno resultó terapéutico. En 1950, también abandonó sus experimentos con litio. La dosis terapéutica de litio es peligrosamente cercana a una dosis tóxica, y ese año uno de sus pacientes, "W.B.", un hombre con 30 años de historia de trastorno bipolar, apareció en los registros del forense como muerto por envenenamiento por litio.
Aquí entra
en escena Mogens Schou. El psiquiatra danés era tan héroe como Cade, luchando
durante mucho tiempo para que el litio fuera aceptado como tratamiento para el
trastorno bipolar. Conocía la condición íntimamente, porque su hermano la
tenía. A partir de la década de 1950, Schou se asoció con su compañero
psiquiatra Poul Baastrup para realizar una serie de experimentos con litio con
condiciones cada vez más estrictas, que culminó en un ensayo clínico doble
ciego controlado con placebo. Publicado en 1970 en la revista científica The Lancet, esto estableció
sin lugar a dudas que el litio era efectivo para la mayoría de las personas con
trastorno bipolar, incluido el hermano de Schou.
Hoy en día,
el litio ayuda a estabilizar el estado de ánimo de millones de personas con la
afección, aunque la dosis debe controlarse cuidadosamente y puede tener efectos
secundarios desagradables, como náuseas y temblores. Su mecanismo sigue siendo
un misterio. La mayoría de las investigaciones apuntan a la delicada química
que apoya el funcionamiento de los neurotransmisores; pero hasta ahora, faltan
resultados definitivos.
Tampoco se
ha establecido la causa del trastorno. Está claro que hay un componente
genético: si uno de un par de gemelos monocigóticos (que comparten todo su
material genético) tiene el trastorno, hay alrededor de un 60% de posibilidades
de que el otro lo tenga. En gemelos dicigóticos, la cifra es del 10%.
La droga
que desencadenó la "revolución psicofarmacológica" de la década de
1950, y que se unió a los antipsicóticos
y antidepresivos que estaban apareciendo por la misma época, como tratamiento
para los trastornos mentales, es en
muchos sentidos un éxito sorprendente. Sin embargo, se desarrolló en una
despensa destartalada, y las muestras de orina embotelladas se almacenaron en
el refrigerador de la familia Cade.
Además, en
retrospectiva, el descubrimiento de litio parece en parte relacionado con una
interpretación errónea por parte de Cade. Los conejillos de indias
"tranquilizados" probablemente mostraban los primeros síntomas de
intoxicación por litio: el letargo sigue siendo una señal de advertencia de una
sobredosis. Y el paso de los conejillos de indias a los humanos fue un
"salto conceptual", como Brown dice amablemente, no una deducción científica
al uso. Es poco probable que un investigador moderno obtuviera permiso para
experimentos como el de Cade.
Los
hallazgos de Cade podrían haber fracasado fácilmente si Schou y otros, como el
investigador médico estadounidense John Talbott, no hubieran seguido su
artículo de 1949. Por lo tanto, llamar a Cade como un pionero es válido, pero
sin Schou y el resto, no habría rastro. Gracias a todos ellos, este elemento
ubicuo, fácilmente fabricado y nunca patentado por las compañías farmacéuticas,
sigue siendo barato e inestimable como tratamiento para un trastorno
problemático.
Basado
en: Nature 572, 584-585 (2019)
(J.
F. J. Cade Med. J. Aus. 2, 349–351; 1949).
(P. C.
Baastrup et al. Lancet 296, 326)
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