Una nueva iniciativa puede acercarnos a la comprensión de cómo se comunican las células del cerebro
Imagen multicolor de un cerebro completo para la investigación mediante imágenes cerebrales. Esta imagen fue creada utilizando un programa de procesamiento de imágenes por ordenador (llamado SUMA), que se usa para dar sentido a los datos generados por las imágenes obtenidas mediante resonancia magnética funcional (fMRI). Instituto Nacional de Salud Mental, Institutos Nacionales de Salud |
La comprensión de cómo funciona el cerebro es uno de los
mayores desafíos científicos de nuestro tiempo, pero a pesar de la impresión que
la prensa popular da a veces, los investigadores están todavía muy lejos de ciertos
niveles básicos de entendimiento. Un proyecto recientemente financiado por el
gobierno de Obama BRAIN (Investigación del cerebro mediante neurotecnologías
innovadoras avanzadas) es uno de los varios enfoques prometedores para ofrecer
nuevos conocimientos mediante el desarrollo de herramientas novedosas que requieren
la combinación de la nanotecnología y la óptica.
Hay cerca de 100 mil millones de neuronas en el cerebro
humano. Los investigadores saben mucho acerca de cómo se comportan estas
células individuales, principalmente a través de "la
electrofisiología", que requiere insertar finos electrodos en las células
para grabar su actividad eléctrica. También sabemos bastante sobre la
organización general del cerebro en regiones anatómicas parcialmente
especializadas, gracias a las tecnologías de imágenes del cerebro como la
resonancia magnética funcional (fMRI), que miden cómo los niveles de oxígeno en
sangre cambian a medida que las regiones que trabajan más duro aumentan su
demanda de oxígeno para alimentar su metabolismo. Poco, sin embargo, se conoce acerca
de cómo el cerebro está organizado en "circuitos" distribuidos necesarios
para facultades como la memoria o la percepción. Y sabemos mucho menos acerca
de cómo las células se organizan en "procesadores locales" que actuarían
como componentes en este tipo de redes o
ni siquiera si lo hacen.
También nos falta conocimiento sobre el "código" que
un gran número de células utilizan para comunicarse e interactuar. Esto es crucial,
porque los fenómenos mentales probablemente surgen de la actividad simultánea
de muchos miles, o millones de las neuronas que interactúan. En otras palabras,
los neurocientíficos aún tienen que descifrar el "lenguaje" del
cerebro. "La primera fase es aprender cual es el idioma natural del
cerebro. Si la resolución [en un hipotético detector del lenguaje] es demasiado basta, de forma que lo que está promediando son párrafos o
capítulos, no podemos oír las palabras individuales o discernir las letras
", dice el físico Michael Roukes del Instituto de Tecnología de
California, uno de los autores del artículo "Mapa de la Actividad Cerebral",
publicado en 2012 en la revista Neuron que inspiraron la Iniciativa BRAIN.
"Una vez que tengamos eso, podríamos hablar con el cerebro en oraciones
completas."
Esta es la brecha que la Iniciativa BRAIN pretende abordar.
Lanzado en 2014 con un presupuesto inicial de más de 100 millones de dólares, la idea es fomentar
el desarrollo de nuevas tecnologías para interactuar con un mayor número de
neuronas más allá de lo que ha sido posible anteriormente. La esperanza es que
una vez que los investigadores entiendan cómo funciona el cerebro (con detalle celular
pero en todo el cerebro) tendrán una mejor comprensión de las enfermedades
neurodegenerativas, como el Alzheimer y de los trastornos psiquiátricos como la esquizofrenia
o la depresión.
Actualmente, la tecnología puntera en la investigación es la
obtención de imágenes ópticas, principalmente utilizando las proteínas
fluorescentes indicadoras de calcio
introducidas en las células a través de modificaciones genéticas, que
emiten luz en respuesta a los cambios en el nivel de calcio causados por las neuronas
que se excitan. Estas señales se registran utilizando microscopios especiales
que producen luz, ya que los indicadores necesitan absorber fotones con el fin
de emitir a continuación estas partículas de luz. Esto se puede combinar con la
optogenética, una técnica que modifica genéticamente las células para que
puedan ser activadas mediante luz, permitiendo a los investigadores tanto
observar cómo controlar la actividad neuronal.
Ya han conseguido algunos avances increíbles haciendo uso de
estas herramientas. Por ejemplo, los investigadores del Centro de Investigación
Janelia Farm del Instituto Médico Howard Hughes, dirigido por Misha Ahrens,
publicaron un estudio en 2013 en la revista Nature Methods en el que se recogió
la actividad de casi todas las neuronas del
cerebro de larvas de peces cebra. Se utilizan larvas de peces cebra
porque son fácilmente modificables genéticamente, son pequeñas y, sobre todo, son
transparentes. Los investigadores perfeccionaron una técnica llamada
microscopía de haz de luz, que utiliza el láser para producir planos de luz que
iluminan toda la sección transversal del cerebro a la vez. Los peces fueron
modificados por ingeniería genética con indicadores de calcio por lo que los
investigadores fueron capaces de generar imágenes bidimensionales de la
actividad neuronal, que se integran en imágenes tridimensionales, capturando el
90 por ciento de la actividad de las 100.000 células del cerebro del pez cebra.
Este logro fue notable, pero comparte una limitación con
todas las técnicas ópticas de “espacio libre” que dirigen la luz externa hacia
el cerebro: la luz sólo penetra superficialmente en el tejido no transparente.
Usando microscopía de dos fotones, que utiliza luz de alta longitud de onda, el
tejido más profundo que puede ser fotografiado es de dos milímetros. Esto
limita las regiones que se pueden estudiar en animales, donde la estructura
externa, la corteza, es más gruesa que eso. Uno de los esfuerzos principales de
la Iniciativa BRAIN será ampliar estos límites. "Se podrían usar imágenes
de tres fotones para entrar a más profundidad", dice el neurocientífico
Rafael Yuste, de la Universidad de Columbia, que fue pionero en imágenes de
calcio y fue co-autor del artículo “Mapa de la Actividad Cerebral”. La
tecnología es ahora capaz de penetrar tres milímetros en el tejido, dice. (Las
luces de longitud de onda superiores penetran aún más, pero tienen menos
energía, por lo que se necesitan más fotones para iluminar los indicadores).
Una colaboración multidisciplinar de grupos de
investigación, dirigido por Roukes, está tomando un enfoque alternativo. Financiado por una
subvención reciente del proyecto BRAIN, su equipo planea combinar métodos
ópticos con nanotecnología para producir implantes a nanoescala que se insertan
en el cerebro, pero que interactúan con las células ópticamente, en profundidades
que la luz no puede alcanzar de otra manera. "Con técnicas ópticas con las
que se obtienen imágenes estáticas, a medida que se avanza más profundo, se
pierde resolución; el otro paradigma es la implantación de cosas en el cerebro
", dice Roukes. " Se pueden implantar poco a poco cables
extremadamente estrechos y pueden ser tolerados, siempre y cuando no se
desplace demasiado tejido."
Esta tecnología la
llaman "neurofotónica integrada." Las agujas, o "lanzaderas" están llenas de pixeles
"emisores" y "detectores", y las guías de onda ópticas (esencialmente
fibras ópticas diminutas) inyectan la luz a los emisores, que utilizan la
difracción para enviar haces de luz del tamaño de la célula al interior del cerebro.
En efecto, se coloca en el interior del cerebro un generador de imágenes óptico.
"Es una amalgama de diversos bloques de construcción que aplica la
tecnología del chip fotónico a la obtención de imágenes funcionales del
cerebro," dice Roukes. "Es emocionante pensar cómo utilizar todos
estos ladrillos para construir un tipo diferente de catedral que nunca antes ha
sido creada."
Uno de los primeros objetivos de este proyecto es registrar
la actividad de cada neurona existente en un volumen de un milímetro cúbico de
tejido. "No vamos a poder entender el cerebro completo de un solo golpe, vamos
a encontrar algunos problemas mientras
lo conseguimos” dice Roukes. "La pregunta es: ¿Se puede identificar algún
tipo de procesador local en el cerebro que pudiéramos comprender en profundidad
en los próximos 10 años?" Hay pequeñas estructuras en la corteza llamadas
"columnas corticales" donde las conexiones internas son conexiones
densas y las externas son escasas, lo que las hace posibles candidatas para ser
procesadores locales. En los ratones tienen un milímetro de ancho, con un volumen
de un milímetro cúbico que contiene alrededor de 100.000 células, en otras
palabras, un objetivo ideal para el estudio inicial.
El grupo de Roukes también está llevando las sondas
eléctricas convencionales a su límite. Han construido “nanosondas” con agujas
de anchura similar a la de las células (alrededor de 20 micrómetros), tachonadas
con nanoelectrodos que se sitúan en el espacio intercelular. Pero como la
distancia sobre la cual los electrodos pueden recoger señales de células
individuales en medio de la cacofonía de la actividad es limitada, cada
electrodo sólo permite a los investigadores grabar, en promedio, la actividad de una o dos
células.
Tales sondas actualmente pueden grabar la actividad de alrededor
de 1.000 neuronas. Aumentarlo hasta 100.000 es "un problema de ingeniería
y financiero" dice Roukes, y esto tendría que distribuirse a través del
cerebro, porque la grabación de todas las células contenidas en un milímetro
cúbico de tejido implicaría alrededor de 70.000 electrodos, un nivel de intrusión
demasiado susceptible de perturbar la función celular y dañar el tejido. Las
sondas fotónicas podrían resolver este problema. "La distancia a la que se
pueden medir las neuronas individuales es mucho más larga para la sonda óptica que
para la eléctrica", dice Roukes. "Podemos coger de entre 20 a 50
neuronas, por lo que necesitamos un menor número de sitios de medida, lo que
significa que podemos espaciar las cosas y hacerlo menos invasivo; es por eso
que este enfoque parece muy prometedor".
El enfoque podría conseguir la meta de registrar la
actividad de cada una de las células existentes
en un volumen de un milímetro cúbico para dentro de dos años. Y si una sonda
puede interactuar con 100.000 células, 10 podrían interactuar con un millón,
objetivo final del proyecto. Todo lo cual se podría hacer potencialmente a mayor
profundidad dentro del cerebro de lo que es actualmente posible utilizando la óptica
del espacio libre, y con menos daño (y la grabación de la actividad de muchas
más neuronas) que utilizando métodos de tipo "endoscopio" para llevar
microscopios a las profundidades del cerebro.
Todo está siendo desarrollado en colaboración con una factoría
industrial, por lo que la tecnología podría ser fácilmente producida en masa y
puesta a disposición de la comunidad investigadora. Las pruebas iniciales se
llevarán a cabo en ratones, pero uno de los neurólogos del proyecto, Andreas
Tolias del Baylor College of Medicine de Houston también trabaja con primates
no humanos, y planea finalmente llevar a cabo pruebas en monos.
La extensión a los seres humanos no sería sencilla, sin
embargo. "Hay todo tipo de problemas para trasladar estas técnicas a los
seres humanos", dice Roukes. "Esto no será posible en un futuro
próximo." En primer lugar, la optogenética implica la modificación
genética, y las personas son
comprensiblemente reacias a modificar sus genes. Además, la compatibilidad
biológica de los implantes a largo plazo en los mamíferos superiores es
incierta, especialmente porque el cerebro oscila a medida que nos movemos y
respiramos. "El mayor reto será probablemente conseguir evitar la respuesta
inmune aguda o crónica a los implantes," dice el biofísico Adam Cohen, de
la Universidad de Harvard. "Y evitar que afecten a la circulación, dañando los vasos sanguíneos o
teniendo problemas cuando el animal se mueva." Y además está el asunto del
procedimiento quirúrgico para abrir el
cráneo.
Una alternativa que eventualmente podría ser aplicada a los
seres humanos es el "polvo neural." El ingeniero y neurólogo José
Carmena de la Universidad de California, Berkeley, y sus colegas, están
pensando en nanosensores que incorporen tecnología de comunicación inalámbrica.
"La idea es construir pequeños sensores que registren la actividad de las
neuronas vecinas y transmitan la información de forma inalámbrica desde la
profundidad del cerebro," dice Yuste. "Es un tercer ángulo que está
aún más lejano en el futuro."
Mientras tanto, la nanofotónica se beneficiará de los
avances relacionados, tales como mejores indicadores. "Necesitamos conocer
todos los detalles temporales de los “disparos” individuales de la célula para
saber qué está haciendo el cerebro," dice Roukes. "Y los registros de
calcio son lentos, por lo que se embrollan los detalles de esta actividad y se
pierde información." Los indicadores de voltaje son más rápidos y graban
la señal neuronal por lo que los investigadores están más interesados en
ellos, pero producen señales más débiles y más borrosas. También hay
indicadores que informan de diferentes tipos de actividad, como otros componentes
químicos, neurotransmisores e incluso las fuerzas físicas reales que actúan en
el interior de la célula. "El cerebro es un sistema químico complejo y [las]
técnicas para las interacciones ópticas sobre
grandes volúmenes serían aplicables a muchos indicadores diferentes," dice
Cohen, que trabaja principalmente en el desarrollo de este tipo de
herramientas.
Las aplicaciones potenciales son numerosas y profundas.
"Estas herramientas nos permitirán empezar a entender la complejidad de
los comportamientos que surgen al conjugar los patrones de actividad de célula
individuales," dice Cohen. "También se podrían utilizar para investigar qué áreas se
desregulan en las enfermedades y cómo esos patrones conducen a los síntomas de
la enfermedad." Las interfaces cerebro-máquina y las prótesis neuronales
son otras áreas que se beneficiarán. "Se podrían generar prótesis visuales
para las personas que no pueden mejorar con los implantes de retina debido a
que el nervio óptico está dañado," dice Roukes. "Podríamos directamente
intervenir mediante patrones en la estimulación de la corteza visual."
Cuál de los enfoques resultará ser más útil no es la
cuestión importante. "Una combinación" será probablemente la respuesta final.
"Hay una amplia gama de tecnologías sobre la mesa, y no son mutuamente
excluyentes", dice Yuste. "Esto no es un juego en el que el ganador
se lo lleva todo."
Basado en:
http://www.scientificamerican.com/article/deciphering-the-language/
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