martes, 28 de junio de 2016

¿Se puede superar una adicción?

Imagen: James Gallagher





Publicado en The New York Times por MAIA SZALAVITZ, el  25 de junio del  2016


Traducido por: Ana Toral


Yo me chutaba heroína y cocaína mientras asistía a la Universidad de Columbia en la década de los 80, a veces inyectándome varias veces al día y dejándome cicatrices que aún son visibles. Seguí consumiendo, incluso después de que fuera suspendida de la escuela, después de una sobredosis e incluso después de que fuera arrestada por traficar, a pesar de saber que mi adicción podría reducir mis probabilidades de permanecer fuera de la cárcel.

Mis padres estaban devastados: No podían entender lo que había sucedido a su "dotada" hija que siempre había sobresalido académicamente. Siguieron esperando que esto parara de alguna manera, a pesar de que cada vez que trataba de dejarlo, volvía a recaer en cuestión de meses.

Hay, a grandes rasgos, dos escuelas de pensamiento sobre la adicción: según la primera, mi cerebro había sido químicamente "secuestrado" por las drogas, dejándome sin ningún control sobre una enfermedad crónica, progresiva. Según la segunda, simplemente yo era una criminal egoísta, con poca consideración por los demás, tal como gran parte del público todavía parece creer. (Cuando son nuestros propios seres queridos los que se vuelven adictos, se tiende a favorecer  la primera explicación. Cuando esto les pasa a personas ajenas, estamos a favor de la segunda.)

Desde hace mucho tiempo necesitamos una nueva perspectiva, en parte, porque nuestra comprensión de la neurociencia relativa a la adicción ha cambiado y, en parte,  porque muchos tratamientos existentes, simplemente, no funcionan.

La adicción es de hecho un problema cerebral, pero no es una patología degenerativa, como la enfermedad de Alzheimer o el cáncer, ni es evidencia de una mente criminal. En cambio, es un trastorno del aprendizaje, una diferencia en el cableado del cerebro que afecta la forma en que procesamos la información acerca de la motivación, la recompensa y el castigo. Y como sucede con muchos trastornos del aprendizaje, la conducta adictiva es moldeada por influencias genéticas y ambientales en el transcurso del desarrollo.

Los científicos han documentado la conexión entre los procesos de aprendizaje y la adicción, desde hace décadas. Ahora, a través de estudios de investigación tanto en animales como mediante la obtención de imágenes cerebrales en humanos, los neurocientíficos están empezando a conocer qué regiones del cerebro están implicadas en la adicción y cómo lo están.

Los estudios muestran que la adicción altera las interacciones entre las regiones del cerebro medio como el tegmento ventral y el núcleo accumbens -que están involucrados con la motivación y el placer- y partes de la corteza prefrontal que median en las decisiones y ayudan a establecer prioridades. Actuando de forma concertada, estas redes determinan lo que valoramos, con el fin de asegurar que alcanzamos objetivos biológicos críticos: a saber, la supervivencia y la reproducción.
En esencia, la adicción se produce cuando estos sistemas cerebrales se centran en los objetos equivocados: un comportamiento de drogadicción o autodestructivo como la adicción al juego, en lugar de una nueva pareja sexual o de un bebé. Una vez que eso ocurre, puede causar serios problemas.

Si, como yo, creció con un sistema nervioso hiper-reactivo que constantemente le ha hecho sentirse abrumado, alienado o indigno de ser amado, la búsqueda de una sustancia que alivia el estrés social, se convierte en un escape bendito. Para mí, la heroína proporcionaba una sensación de confort, de seguridad y de amor, que no podía conseguir de otras personas (el agente clave de la adicción en estas regiones es el mismo para muchas experiencias placenteras: la dopamina). Una vez que había experimentado el alivio que me proporcionaba la heroína, me sentí como si yo no pudiera sobrevivir sin ella.

La comprensión de la adicción desde esta perspectiva del desarrollo neurológico ofrece una gran esperanza. En primer lugar, al igual que otros trastornos del aprendizaje, por ejemplo, el trastorno de hiperactividad por déficit de atención o la dislexia, la adicción no afecta a la inteligencia general. En segundo lugar, este punto de vista sugiere que la adicción sesga la elección - pero no elimina completamente el libre albedrío: después de todo, nadie se inyecta drogas delante de la policía-. Esto significa que los adictos pueden aprender a tomar decisiones para mejorar su salud, como utilizar jeringas estériles, tal como hice yo. Las investigaciones muestran mayoritariamente que este tipo de programas, no sólo reducen la incidencia del VIH, sino que también ayudan a la recuperación.

La perspectiva del aprendizaje también explica por qué la compulsión por el alcohol o las drogas puede ser tan fuerte y por qué las personas con adicción continúan incluso cuando el daño es mucho mayor que el placer que reciben,  por lo que puede parecer que  están actuando de manera irracional: Si usted cree que algo es esencial para su supervivencia, sus prioridades no tendrá sentido para los demás.

El aprendizaje que dirige los impulsos, como el amor y la reproducción, es bastante diferente del aprendizaje de hechos crudos. A diferencia de la memorización de sietes y nueves, el aprendizaje emocional profundo altera completamente la manera de determinar qué es lo más importante. Es por ello que recordamos mucho mejor nuestro enamoramiento en la escuela, que las matemáticas que aprendíamos al mismo tiempo.

El reconocer la adicción como un trastorno del aprendizaje, también puede ayudar a poner fin a la discusión sobre si la adicción debe ser tratada como una enfermedad progresiva, como sostienen los expertos, o como un problema moral, una creencia que se refleja en nuestra continua criminalización de ciertas drogas.

Por otra parte, si la adicción reside en las partes del cerebro involucradas en el amor, entonces la recuperación es más como recuperarse de una ruptura amorosa, que como enfrentarse a una enfermedad incurable. La curación de un corazón roto es difícil y con frecuencia implica recaídas en el comportamiento obsesivo, pero no es un daño cerebral.

Las implicaciones para el tratamiento aquí son profundas. Si la adicción es como un amor equivocado, entonces la compasión es un enfoque mucho mejor que el castigo. De hecho, un meta-análisis de docenas de estudios de más de cuatro décadas realizado en 2007, encontró que el empoderamiento, los tratamientos empáticos como la terapia cognitivo-conductual y la terapia de estimulación motivacional, que nutren una disposición interna al cambio, funcionan mucho mejor que el enfoque de rehabilitación más tradicional, de hacerle frente con desesperanza y diciendo a los pacientes que son impotentes ante su adicción.

Esto tiene sentido porque el circuito que normalmente nos conecta socialmente entre nosotros se ha canalizado en la búsqueda de drogas. Para volver a nuestro cerebro normal, entonces, necesitamos más amor, no más dolor.

De hecho, los estudios no han encontrado evidencia a favor de enfoques duros, punitivos, como las penas de cárcel, las formas humillantes de tratamiento o las  "intervenciones" tradicionales donde las familias amenazan con abandonar al miembro adicto. El circuito cerebral de las personas con adicciones ya se ha acostumbrado a  las experiencias negativas; aumentar el castigo no va a cambiar esto.

En línea con la idea de que el desarrollo es importante, la investigación también muestra que la mitad de todas las adicciones - con la excepción del tabaco – finalizan en torno a los 30 años, y la mayoría de las personas con adicciones al alcohol o a otras drogas logran superarlas, en su mayoría sin tratamiento. Dejé de tomar drogas cuando tenía 23. Siempre pensé que yo lo había dejado porque por fin me había dado cuenta de que mi adicción me estaba haciendo daño.

Pero es igualmente posible que lo dejara porque entonces me había convertido biológicamente en capaz de hacerlo. Durante la adolescencia, el motor que impulsa el deseo y la motivación se hace más fuerte. Pero, por desgracia, sólo a partir de los veintitantos aumenta nuestra capacidad de ejercer un mayor control. Esta es la razón por la cual  la adolescencia es el periodo de mayor riesgo para el desarrollo de la adicción,  y la simple maduración fue lo que me ayudó a salir de ella.

Por ahora, casi todo el tratamiento existente se basa en grupos de 12 pasos, como Alcohólicos Anónimos, que ayudan sólo a  una minoría de las personas adictas. Incluso hoy en día, la mayoría de tratamientos disponibles en las clínicas de rehabilitación consisten en la enseñanza de la oración, la rendición a un ser superior, la confesión y la compensación prescrita por los pasos.

No tratamos ninguna otra condición médica con tanta moralina. Las personas con otros trastornos del aprendizaje no son empujadas a disculparse por su comportamiento en el pasado, ni lo son las afectadas por la esquizofrenia o la depresión.

Una vez que entendamos que la adicción no es un pecado ni una enfermedad progresiva, sino sólo un diferente cableado del cerebro, podremos dejar de persistir en políticas que no funcionan, y empezar la enseñanza de la recuperación.

Y de hecho, si el impulso compulsivo que sustenta la adicción se dirige hacia canales más saludables, este tipo de cableado puede ser un beneficio, no sólo una discapacidad. Después de todo, la persistencia a pesar del rechazo, no sólo me condujo a la adicción, sino que también ha sido indispensable para mi supervivencia como escritora. La capacidad de perseverar es un activo: las personas con adicción sólo tiene que aprender a redirigirla.

Maia Szalavitz es la autora de "Cerebro Intacto: Una nueva y revolucionaria forma de entender la adicción."



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