Todos sabemos que el ejercicio es importante para tener un
cuerpo fuerte y saludable. Que el ejercicio también parece ser importante para
una mente fuerte y saludable, para estimular la memoria y el aprendizaje y que,
posiblemente, retrase el deterioro cognitivo relacionado con la edad, esta
menos establecido. ¿Cómo es esto? Los investigadores han reunido un creciente cuerpo de evidencia que sugiere
que las células del músculo esquelético durante el ejercicio secretan proteínas
y otros factores en la sangre que tiene un efecto regenerador sobre el cerebro.
Por ejemplo, muchos estudios han demostrado que la actividad
física parece reducir la incidencia de la depresión. El ejercicio también podría
retrasar o incluso prevenir la enfermedad de Alzheimer, así como disminuir los
síntomas en personas que tienen estos trastornos. ¿Pero cómo, exactamente, el
hecho de poner nuestras piernas en movimiento y el corazón en marcha ejercen
una influencia positiva en nuestro cerebro?
Dos científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad
de Stanford están intentando conseguir algunas respuestas a esta importante pregunta.
Han propuesto que cuando hacemos ejercicio, nuestros músculos secretan un
factor o combinación de factores en el torrente sanguíneo, dando lugar a
cambios estructurales y funcionales en el cerebro.
Tony Wyss-Coray y Thomas Rando, ganadores de un premio del
Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos en el 2013, están trabajando
en la recolección de todas las moléculas que segregan los músculos y que les
permiten comunicarse con otras células. Estas moléculas incluyen hormonas,
factores de crecimiento, y las pequeñas proteínas llamadas citoquinas que son
importantes en la señalización celular. El dúo de Stanford sospecha que la
clave del impacto beneficioso del ejercicio sobre el cerebro puede estar en su
efecto sobre esta colección de moléculas que se han denominado "el comunicoma".
Para estudiar el comunicoma, Wyss-Coray y Rando están utilizando
una técnica llamada parabiosis que acopla los sistemas circulatorios de los
ratones activos físicamente con los ratones que son menos activos. Si los
ratones "poco deportistas" se benefician de la sangre de los ratones
activos, entonces el equipo analizará cual es el factor o factores responsables.
En otro estudio también apoyado por los Institutos Nacionales de la
Salud de EEUU, se ha identificado un candidato bioquímico que ayuda a explorar
la conexión músculo-cerebro: una proteína secretada por las células del músculo
esquelético llamada Catepsina B. El estudio encontró que los niveles de esta
proteína aumentan en la sangre de las personas que hacen ejercicio regularmente.
También se ha encontrado esta proteína en ratones que corren regularmente en una
noria.
Las células del cerebro de ratones tratados con esta
proteína también mostraron cambios moleculares asociados a la producción de
nuevas neuronas. Curiosamente, los investigadores encontraron que el aumento de
la memoria normalmente proporcionado por el ejercicio está disminuido en los ratones
incapaces de producir la Catepsina B.
Después de correr en una rueda, los ratones adultos forman nuevas neuronas (verde)en el giro dentado del cerebro. Imagen por : Henriette van Praag y Linda Kitabayashi |
Los resultados, publicados recientemente en la revista
científica Cell Metabolism, se han obtenido por un equipo de investigadores
dirigido por Hyo Youl Luna y Henriette van Praag del Instituto Nacional sobre
el Envejecimiento de los EEUU. El equipo buscaba proteínas que son secretadas
por las células del músculo durante el ejercicio y que podrían ser transportadas
al cerebro a través del torrente sanguíneo. Los investigadores comenzaron tratando
las células musculares en discos de Petri con una sustancia química llamada
AICAR, que imita los efectos del ejercicio en el músculo y aumenta la
resistencia al ejercicio en ratones inactivos. El tratamiento con AICAR también
mejora la función cerebral en ratones de una manera que es similar, pero no
idéntica, a como lo hace el ejercicio.
La búsqueda produjo una breve lista de proteínas
potencialmente importantes. Mediante la comparación de su lista, con los datos
existentes sobre las proteínas secretadas y los cambios en la expresión génica
después del ejercicio o después del tratamiento con AICAR, una proteína destacó: la Catepsina B.
Este pequeño enzima es conocido principalmente por su papel en la degradación y
el reciclado de péptidos y proteínas dentro de las células. Sin embargo,
algunas células también secretan la catepsina B, y sus efectos extracelulares
son menos conocidos.
Para aprender más acerca de la catepsina B y el ejercicio,
los investigadores recurrieron a los ratones y encontraron que los niveles
sanguíneos de la enzima subieron después de que estos se ejercitaran
regularmente durante dos semanas o más. También mostraron que los niveles de la
proteína aumentaron en el músculo, pero no en otros órganos o tejidos. En
conjunto, los resultados sugirieron que el ejercicio específicamente da lugar a
la producción de la catepsina B en el músculo y conduce a su secreción en el
torrente sanguíneo.
Posteriormente, el
equipo de científicos modificó el genoma de los ratones para hacerlos incapaces
de producir la catepsina B. A diferencia de los ratones normales, estos ratones
cuando hacen ejercicio, no producen nuevas neuronas en el giro dentado, una
parte del cerebro asociada con la memoria. También mostraron que el ejercicio
no mejoraba su memoria espacial y la capacidad de navegar por un laberinto en
la forma en que los ratones normalmente mejoran.
Para que la catepsina B influya en el cerebro, primero
tendría que cruzar la barrera hemato-encefálica, que bloquea las proteínas que
son demasiado grandes o que tienen una bioquímica no acorde para entrar en el
cerebro. Los investigadores inyectaron catepsina B en ratones incapaces de
producir la sustancia química por sí mismos. A los 15 minutos, encontraron que
la proteína había entrado en el cerebro. También encontraron que las células
del cerebro tratadas con catepsina B mostraban cambios en la expresión génica consistentes
con el crecimiento de nuevas neuronas.
Para ver si sus resultados se extienden más allá de células
y ratones, los investigadores compararon los niveles de catepsina B en personas
después de cuatro meses de ejercicio regular en una cinta rodante respecto a
los que no ejercen. En este estudio, llevado a cabo en Alemania, participaron
alrededor de 40 adultos jóvenes sanos. Sus edades estaban entre 19 y 34 años, y
estaban casi igualmente divididos entre hombres y mujeres.
Efectivamente, el estudio mostró un aumento significativo en
los niveles de catepsina B en la sangre tras seguir un entrenamiento regular.
También encontraron una relación entre los aumentos de la catepsina B y la
capacidad de los participantes para recordar y dibujar con precisión un conjunto
complejo de líneas y formas geométricas, que a menudo se utiliza para evaluar
la memoria visual.
Estos descubrimientos sobre la catepsina B son bastante sorprendentes.
Los niveles elevados de la enzima se han relacionado anteriormente con una
amplia gama de enfermedades, desde el cáncer a la epilepsia. También hay
pruebas contradictorias sobre un posible papel de la catepsina B en el
desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, y se han propuesto fármacos que
bloquean la enzima para el tratamiento de la lesión cerebral traumática, entre
muchas otras enfermedades.
Y, sin embargo, los compuestos que elevan los niveles de
catepsina B en ratones modelados con la
enfermedad de Alzheimer, han actuado como neuroprotectores. Como señala Van Praag, esos
resultados son consistentes con la investigación con animales que muestran que
la actividad física puede prevenir o retrasar la aparición de la enfermedad de
Alzheimer.
Evidentemente, quedan por responder muchas preguntas sobre
la catepsina B y su papel en el cerebro y el resto del cuerpo. Pocos estudios
anteriores se han centrado en la función de esta proteína en personas sanas.
Los investigadores esperan poder seguir aprendiendo acerca de cómo la catepsina
B se abre paso en el cerebro y una vez allí, influye en el desarrollo de nuevas
conexiones neuronales.
La conexión entre el ejercicio y nuestro cerebro es sin duda
una investigación de alto riesgo que puede dar lugar a una alta recompensa. No
será fácil, pero encontrar las moléculas que mimetizan los efectos de
estimulación cerebral mediante el ejercicio físico puede abrir la puerta a
nuevas formas de prevenir o tratar la disminución cognitiva relacionada con la
edad y una amplia gama de otras condiciones neurológicas. Esto es especialmente
importante para las personas a las que sea difícil o incluso peligroso hacer
ejercicio debido a condiciones tales como la artritis, la osteoporosis y la
enfermedad de Alzheimer u otras formas de demencia.
En cualquier caso, estos estudios añaden otra página a la
evidencia que viene de muchas direcciones: realmente hacer ejercicio nos
beneficia.
Por ello, para la gran mayoría de nosotros, no hay razón
para sentarse a esperar a los resultados de las últimas investigaciones sobre
la conexión entre el ejercicio y el cerebro. Póngase las zapatillas, súbase a
su bicicleta, coja su bolsa de deporte, o haga cualquier cosa que le permita
seguir ejercitándose de una manera regular. Mejorará tanto su cuerpo como su
mente, y eso es un hecho.
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