Para la mayoría de las personas, el dolor desaparece a medida que la lesión se cura. Pero para
otros, el dolor persiste más allá de la curación inicial y se vuelve crónico, durando
semanas, meses o incluso años. Ahora, los científicos pueden haber descubierto
una respuesta para ayudar a explicar el por qué: la existencia de diferencias
sutiles en un gen que controla la forma en que el cuerpo responde al estrés.
Proteína FKBP5 generada a partir del gen del mismo nombre |
En un estudio reciente de más de 1.600 personas lesionadas
en accidentes de tráfico, los investigadores descubrieron que las personas con
una cierta variante en un gen que controla el estrés, llamado FKBP5, tenían más
probabilidades de desarrollar dolor crónico que aquellas con otras variantes distintas.
Un equipo de investigación, dirigido por Samuel McLean en la
Universidad de Carolina del Norte, encontró por primera vez evidencia de una
asociación entre el gen FKBP5 y el dolor crónico en 2013. Esos estudios, que
involucraron a aproximadamente 1,000
hombres y mujeres, encontraron al menos seis variantes diferentes del gen FKBP5. También observaron que cada variante podría usarse para predecir
la gravedad del dolor de una persona después de un accidente de tráfico u otro
trauma. De hecho, aquellos que portaban una variante genética particular, una
secuencia de ADN menos común en un lugar llamado rs3800373, eran especialmente
propensos al dolor crónico mucho después del evento traumático.
En el estudio de seguimiento publicado en la revista científica Journal of Neuroscience, el equipo evaluó el
proceso de recuperación de más de 1.600 estadounidenses que fueron atendidos en
una sala de emergencias dentro de las 24 horas posteriores a un accidente de
tráfico. Cada participante del estudio proporcionó una muestra de sangre y
respondió a preguntas sobre su dolor, justo después del accidente y luego seis
semanas después. Los investigadores también recibieron permiso para revisar los
datos de los registros médicos de los participantes que detallaban la
naturaleza de sus lesiones y el tratamiento seguido.
La nueva evidencia confirma que las personas que tienen la
variante de susceptibilidad al dolor en rs3800373 tienen más probabilidades de
desarrollar dolor crónico después de un trauma. Aunque la frecuencia de esta
variante aún no está clara, los investigadores estiman que aproximadamente el
33 por ciento de los estadounidenses la tienen.
Diferentes microRNAs se adhieren a diferentes moléculas de RNA mensajero (mRNA), bloqueando su traducción en una proteína específica. |
¿Pero qué causa esta susceptibilidad al dolor crónico? Ahí
es donde la historia se vuelve aún más interesante. Resulta que Sarah
Linnstaedt y su equipo de investigadores de la Universidad de Carolina del
Norte, había mostrado previamente una conexión entre el dolor crónico y los
niveles en sangre de algo llamado miR-320a. Es un microARN, un tipo pequeño de
ARN no codificante, y se han descubierto más de 2.000 de estos ARN hasta el
momento.
Diferentes microRNAs se adhieren a diferentes moléculas de
RNA mensajero (mRNA), bloqueando su traducción en una proteína específica.
Curiosamente, los estudios del equipo en el laboratorio también encontraron que
el miR-320a se adhiere a las transcripciones de FKBP5.
Los investigadores descubrieron que la variante FKBP5
asociada al dolor no se pliega correctamente. Como resultado, el miR-320a no se
adhiere a él tampoco, lo que permite que se produzcan más proteínas FKBP5 a
partir del ARNm de FKBP5.
Esos altos niveles de proteína FKBP5 a su vez conducen a que
se generen niveles más altos de una hormona del estrés importante, llamada
cortisol, parte del sistema de alarma natural del cuerpo. También se sabe que
el cortisol sensibiliza los nervios periféricos, o sea, el sistema nervioso
fuera del cerebro y la médula espinal. Por lo tanto, es lógico pensar que las
personas con niveles más altos de proteína FKBP5 tienen más probabilidades de
tener un dolor que persiste y se vuelve crónico después de un evento
estresante, como un accidente.
Si bien todavía hay mucho más que investigar, los hallazgos
sugieren que moléculas pequeñas no adictivas que bloquearan la generación de proteínas
FKBP5 podrían reducir la respuesta al dolor o evitar la transición del dolor
agudo al crónico. También podría ser posible tratar el dolor al aumentar los
niveles de miR-320a o generando microRNAs que se unieran al ARNm del gen FKBP5 de manera aún más efectiva.
El dolor crónico es un problema de salud pública grave y
costoso que afecta a decenas de millones de personas en todo el mundo. La buena
noticia, como se destaca en este estudio, es que se está avanzando en la
investigación. Eso incluye la posibilidad de desarrollar mejores medicamentos para revertir una
sobredosis por opioides y posiblemente incluso desarrollar una vacuna contra la
adicción a los opioides. Pero la investigación también se enfoca de manera prioritaria al desarrollo
de tratamientos efectivos, pero no adictivos, para el dolor. La solución no va a
ser inmediata, pero según nos demuestra lo anterior, estamos avanzando.
Basado en:
A functional
riboSNitch in the 3’UTR of FKBP5 alters
microRNA-320a binding efficiency and mediates vulnerability to chronic
posttraumatic pain. Linnstaedt SD, Riker KD, Rueckeis
CA, Kutchko KM, Lackey L, McCarthy KR, Tsai YH, Parker JS, Kurz MC, Hendry PL,
Lewandowski C, Datner E, Pearson C, O’Neil B, Domeier R, Kaushik S, Laederach
A, McLean SA. J Neurosci. 2018 Aug 27. [Epub ahead of publication]
Polymorphisms in the
glucocorticoid receptor co-chaperone FKBP5 predict persistent
musculoskeletal pain after traumatic stress exposure. Bortsov AV, Smith JE, Diatchenko L, Soward AC, Ulirsch JC, Rossi C,
Swor RA, Hauda WE, Peak DA, Jones JS, Holbrook D, Rathlev NK, Foley KA, Lee DC,
Collette R, Domeier RM, Hendry PL, McLeanSA. Pain. 2013 Aug;154(8):1419-1426.
MicroRNA 320a predicts
chronic axial and widespread pain development following motor vehicle collision
in a stress-dependent manner.
Linnstaedt SD, Riker KD, Walker MG, Nyland JE, Zimny E, Lewandowski C, Hendry
PL, Damiron K, Pearson C, Velilla MA, Jones J, Swor RA, Domeier
R, McLean SA. J Orthop Sports Phys Ther. 2016 Oct;46(10):911-919.
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