martes, 25 de octubre de 2016

Cuida tu cerebro. Aprende música.


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La música probablemente consigue algo único. Estimula el cerebro de una manera muy potente, debido a nuestra conexión emocional con ella.


Mientras que los juegos de entrenamiento cerebral y las aplicaciones para smartphones pueden no estar a la altura de su fama, ciertas otras actividades y un estilo de vida adecuado, pueden tener beneficios neurológicos que promueven la salud general del cerebro y pueden ayudar a mantener la mente lúcida a medida que envejecemos. Una de ellas es la formación musical. La investigación muestra que aprender a tocar un instrumento musical es beneficioso para los niños y adultos por igual, e incluso puede ser útil para aquellos pacientes que se recuperan de lesiones cerebrales.

Plasticidad cerebral


La plasticidad es una característica fundamental de la organización de la función cerebral humana. Tradicionalmente, se pensaba que el cerebro fijaba su cableado después de un período crítico en el desarrollo. Sin embargo, ahora se acepta que el cerebro tiene una notable capacidad de modificar su organización estructural y funcional durante toda la vida, en respuesta a cambios producidos en nuestro medio ambiente. Esta plasticidad cerebral subyace en el desarrollo normal y la maduración, en la habilidad para el aprendizaje y la memoria, en la recuperación tras una lesión cerebral, así como en las consecuencias de una  privación sensorial o de un enriquecimiento ambiental.

El aprendizaje de habilidades ofrece un modelo útil para el estudio de la plasticidad, ya que puede ser fácilmente manipulado en un entorno experimental. En particular, la composición musical (por ejemplo, aprender a cantar o tocar un instrumento musical) es una actividad que normalmente se inicia temprano en la vida, mientras que el cerebro es más sensible a los cambios plásticos, y con frecuencia se continúa durante toda la vida de los músicos. Por otra parte, tocar música implica múltiples modalidades sensoriales y de planificación motora, de preparación y de ejecución. La idea de que la práctica musical puede ser un fuerte estimulador multimodal para la plasticidad cerebral se remonta a principios del siglo XX, cuando Ramón y Cajal (1.904-1.999) argumentó que la experiencia de la música se asocia con cambios anatómicos en el cerebro.

Tocar un instrumento musical es una experiencia rica y compleja que implica integrar la información de los sentidos de la vista, el oído y el tacto, así como los movimientos finos, y aprender a hacerlo puede inducir cambios a largo plazo en el cerebro. Los músicos profesionales son intérpretes altamente cualificados que pasan años de entrenamiento, y proporcionan un laboratorio natural en el que los neurocientíficos pueden estudiar cómo se producen  tales cambios – referidos a la plasticidad que depende de la experiencia- a lo largo de toda la vida útil.

Cambios en la estructura cerebral


Los estudios iniciales que exploraron el cerebro revelaron diferencias significativas en la estructura del cerebro entre los músicos y los no músicos de la misma edad. Por ejemplo, el cuerpo calloso, un haz masivo de fibras nerviosas que conectan los dos hemisferios del cerebro, es significativamente mayor en los músicos. Las áreas del cerebro implicadas en el movimiento, la audición y las habilidades visuales y espaciales también parecen ser mayores en los pianistas profesionales. Y el área dedicada a las sensaciones táctiles de procesamiento de la mano izquierda se incrementa en los violinistas.

Algunos estudios científicos han comparado datos de diferentes grupos de personas en un momento dado en el tiempo. Como tal, no podían determinar si las diferencias observadas habían sido  realmente causadas por la formación musical, o si las diferencias anatómicas existentes predisponían a algunos a convertirse en músicos. Pero más tarde, otros estudios longitudinales diseñados para hacer un  seguimiento de personas a través del tiempo, han demostrado que los niños pequeños tras  14 meses de formación musical exhiben significativos cambios cerebrales tanto  estructurales como  funcionales en comparación con aquellos que no reciben formación musical.

En conjunto, estos estudios muestran que aprender a tocar un instrumento musical no sólo aumenta el volumen de materia gris en varias regiones del cerebro, sino que también puede fortalecer las conexiones de largo alcance entre ellas. Otras investigaciones muestran que la formación musical también mejora la memoria verbal, el razonamiento espacial y las habilidades de alfabetización, de tal manera que los músicos profesionales por lo general superan a los no-músicos en estas habilidades.

¿Los músicos resultan beneficiados a largo plazo?


Es importante destacar que los estudios de exploración del cerebro muestran que la magnitud de los cambios anatómicos en los cerebros de los músicos están estrechamente relacionados con la edad en que se comenzó la formación musical, y la intensidad del entrenamiento. Los que comenzaron a aprender música a la edad más temprana mostraron los mayores cambios en comparación con los no-músicos.

Incluso cortos periodos de formación musical en la primera infancia pueden tener beneficios duraderos. En un estudio de 2013, por ejemplo, los investigadores reclutaron a 44 adultos mayores y los dividieron en tres grupos en función del nivel de formación musical que habían recibido como niños. Los participantes en el primer grupo no habían recibido ninguna formación en absoluto; los del segundo grupo había tenido cierta enseñanza musical, que se define como entre uno y tres años de clases; y aquellos del tercer grupo,  habían recibido moderados niveles de formación (de 4 a 14 años).

Los investigadores sometieron a los participantes a escuchas de  grabaciones de discursos complejos, y utilizaron electrodos en el cuero cabelludo para medir el tiempo de las respuestas neuronales en una parte del tronco cerebral auditivo. A medida que envejecemos, se deteriora el tiempo de respuesta, lo que dificulta la comprensión del habla, especialmente en ambientes con mucho ruido de fondo. Los participantes que habían recibido cantidades moderadas de formación musical exhibieron  respuestas neuronales más rápidas, lo que sugiere que el entrenamiento incluso limitado en la infancia puede preservar el procesamiento sostenido de los sonidos del habla, y aumentar la resistencia al deterioro relacionado con la edad en la audición.

Más recientemente, se ha hecho evidente que la formación musical facilita la rehabilitación de pacientes que se recuperan de un accidente cerebrovascular y otras formas de daño cerebral, y algunos investigadores sostienen ahora que también se podría impulsar la transformación y el aprendizaje del habla en los niños con dislexia y otros trastornos del lenguaje. Lo que es más, los beneficios de la formación musical parecen persistir durante muchos años, o incluso décadas, y la imagen que surge de todo esto, evidencia  que aprender a tocar un instrumento musical en la infancia protege el cerebro contra el deterioro cognitivo y la demencia.


 

La música llega a partes del cerebro a los que no se llega con estímulos simples. La música es un fuerte estímulo cognitivo que hace crecer el cerebro de una manera que no está al alcance de ningún otro estímulo, y la evidencia de que la práctica musical mejora cosas como la memoria de trabajo y el lenguaje, es muy robusta.

Aprender a tocar un instrumento musical, por tanto, parece ser una de las formas más eficaces que hay para el desarrollo del cerebro. La práctica musical puede inducir diversos cambios estructurales y funcionales en el cerebro, dependiendo de qué instrumento se está aprendiendo, y de la intensidad con que se practica. Es un ejemplo de cómo la experiencia a lo largo de  toda la vida puede alterar el cerebro para que se adapte a la idiosincrasia del estilo de vida de su propietario.



miércoles, 12 de octubre de 2016

¿Y si no supieras como moverte cuando cierras los ojos?.


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La propiocepción y el gen PIEZO2


Haz una prueba rápida: Cierra los ojos por un segundo y tratar de tocarte la nariz.


¿Lo has conseguido?. Bien. La razón por la que puedes – por la  que se puede encontrar un objetivo incluso sin verlo - es debido a algo que se llama propiocepción, el conocimiento instintivo de la posición de nuestro cuerpo en el espacio. El mundo desaparece cuando cerramos los ojos, pero el sentido de nuestro propio cuerpo se mantiene alerta.

Excepto que, en un número muy pequeño de personas, no lo hace. Según un artículo publicado en la revista científica The New England Journalof Medicine, los científicos han identificado dos personas, una niña de 9 años de edad y una mujer de 19 años de edad, que parecen carecer totalmente del sentido de la propiocepción, como resultado de una mutación genética que puede arrojar algo más de luz sobre la manera de cómo y porqué nos movemos en la forma en que lo hacemos.

Los pacientes: La niña y la mujer, ambas  pacientes del neurólogo Carsten Bonnemann de los Institutos Nacionales de Salud, NIH,  "comparten un conjunto de síntomas físicos, incluyendo las caderas, los dedos y los pies que se doblan en ángulos inusuales", según publica The New England Journal of Medicine. También mostraban escoliosis, una curvatura inusual de la columna vertebral. Y, significativamente,  “tenían dificultad para caminar, mostrando una extrema falta de coordinación, y no podían sentir físicamente los objetos puestos en contacto con su piel ".

El problema: El síntoma más intrigante, sin embargo, se hizo evidente cuando Bonnemann y su equipo vendaron los ojos de las pacientes. Con su visión anulada, estas dos personas no podían caminar en línea recta sin tropezar. No eran capaces de  mover su dedo desde su nariz a un punto delante de sus caras. Cuando los investigadores subieron y bajaron los brazos de estas pacientes, los sujetos no podían decir en qué dirección se movían sus extremidades. En pocas palabras, era como si se basaran totalmente en la visión para encontrar la manera de moverse. Sin embargo, tenían la capacidad de realizar una serie de tareas, tales como caminar, hablar, y escribir, que se consideran que dependen en gran medida de la propiocepción.

Los científicos repitieron sus pruebas con los pacientes dentro de una máquina de resonancia magnética. Los cerebros de las personas sanas muestran la activación en una región del cerebro vinculada a experimentar la sensación física, pero esta activación faltaba en los cerebros de la mujer joven y la chica. En cambio, cuando los investigadores cepillaron los pelillos de la piel de las pacientes, las dos mostraron actividad cerebral en una región diferente relacionada con la respuesta emocional al tacto. No podían sentir físicamente el cepillo, explica Chesler, pero experimentaban algo así como una reacción emocional a su toque.

Por último, los investigadores hicieron que las pacientes agarraran un dispositivo que poco a poco se calentaba o se enfriaba hasta llegar a ser doloroso. Sorprendentemente, las pacientes eran tan buenas como el grupo de control en la determinación de los cambios de temperatura y la sensación de dolor.

El diagnóstico: Cuando los investigadores secuenciaron los genomas de las pacientes, descubrieron que compartían la misma mutación en un gen llamado PIEZO2, que controla el tacto y el movimiento. En conjunto, la mujer y la niña son los primeros casos documentados de esta mutación específica en los seres humanos, aunque los investigadores especularon que una vez descubierta, pueden aparecer mas casos con la misma anomalía.

Es posible, como estas dos pacientes han demostrado, ir por la vida sin la propiocepción, una sensación  que antes se consideraba indispensable. Ellas han aprendido a utilizar su vista para compensarlo, lo que les permite hacer las mismas tareas físicas que cualquier otra persona, siempre y cuando mantengan los ojos abiertos.

No era la rareza de la enfermedad lo que más sorprendió a Chesler cuando conoció a la niña y la mujer joven; fue el hecho de que cuando los científicos habían eliminado previamente el gen PIEZO2 en modelos de ratón, siempre había resultado fatal. La mayoría de los científicos asumió, por tanto,  que no se podía vivir sin este gen en perfecto estado.

Y ahora que ya lo han descubierto, los investigadores planean también investigar el papel que este gen desempeña en las personas con sentidos normales de la propiocepción. Puede ser posible que diferentes mutaciones en este gen ayuden a determinar el estilo general del movimiento de una persona: si es torpe, coordinada, o algo intermedio. "¿Podría un gen PIEZO2 finamente sintonizado contribuir al rendimiento deportivo superior, o un gen mal afinado a la torpeza?" opinó Bonnemann. "Creo que no es imposible."



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Está menos claro cómo el gen PIEZO2 podría relacionarse con las deformidades esqueléticas de las pacientes. Una posibilidad es que las proteínas controladas por el gen desempeñen un papel clave, aún desconocido, en el desarrollo. Otra, según hacen notar Chesler y Bonnemann, es que la propiocepción en sí podría ser necesaria para el desarrollo normal del esqueleto. Sin él, el cuerpo no puede mantener una postura recta ni orientar sus articulaciones correctamente, lo que podría conducir a un desarrollo óseo anormal en el tiempo.


Un extraño caso de “enfermedad rara” que ha podido ser diagnosticada gracias a los avances en genómica y neurociencia. Quedan muchas mas por diagnosticar adecuadamente. Afortunadamente, la ciencia viene en nuestra ayuda.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Neurociencia y la improvisación en el jazz


La improvisación es el sello distintivo de la música de jazz, sin duda su característica más destacada.

Cuando improvisan, los músicos componen y tocan al mismo tiempo, uno de los ejemplos más notorios de creatividad espontánea. Lo que ocurre en el cerebro durante la improvisación es en gran parte un misterio, pero su estudio puede ayudarnos a obtener una idea sobre las bases que subyacen tras este proceso creativo.

La capacidad del arte para servir como un medio de expresión emocional y  comunicación emocional ha sido sin duda una de las razones fundamentales de la omnipresencia del arte a través de todas las culturas en la historia humana.

Los medios creativos como la pintura, la poesía, la danza, el cine y la música evocan emociones intensas, tanto para los artistas como para el público, permitiendo que los seres humanos experimenten y compartan una amplia gama de respuestas emocionales dentro de un espacio seguro. La emoción a menudo sirve como un catalizador para la expresión creativa, y por lo tanto es crucial para entender cómo la emoción afecta a los mecanismos neuronales que dan lugar a la creatividad, y también para entender cómo la expresión artística creativa puede modular los sistemas neuronales responsables del procesamiento de las emociones.

La mayor parte de la literatura sobre la música y las emociones se centra en la forma en que percibimos la música y cómo altera nuestras emociones. Pero pocos trabajos abordan el problema inverso, es decir, cómo funciona el cerebro para expresar emociones a través de la música.

Hay una buena razón para esto: para estudiar qué áreas del cerebro responden a tareas específicas, los neurólogos utilizan escáneres de resonancia magnética funcional, que miden cambios en el flujo de sangre en el cerebro. Los escáneres son estrechos y ruidosos, y los sujetos tienen que acostarse, limitando así los tipos de experimentos que se pueden realizar.

Pero estos problemas técnicos no desanimaron a Charles Limb y su equipo en la Escuela de Medicina  Johns Hopkins, que estaban interesados ​​en escudriñar el interior del cerebro de los músicos de jazz, mientras se dedicaban a la improvisación.

¿Cómo lo lograron?

En su último experimento, el grupo de Limb quería poner a prueba dos hipótesis. La primera era que cuando la improvisación era impulsada por las emociones, los patrones de activación de las regiones del cerebro podrían ser diferentes. Y puesto que escuchar música puede ser agradable, independientemente de si es música feliz o triste, su segunda hipótesis era que la improvisación provocada por emociones, tanto positivas como negativas, estimularía las áreas de recompensa del cerebro (es decir, las áreas cerebrales que participan en el deseo y el hedonismo) de una manera similar.

La emoción es un incentivo principal para los comportamientos creativos, y sin embargo, la interacción entre los sistemas neuronales implicados en la creatividad y los involucrados en la emoción no han sido estudiados. En la investigación a que nos referimos, se ha abordado este vacío mediante el uso de resonancia magnética funcional para examinar la improvisación en el  piano en respuesta a las señales emocionales.

Para probar estas ideas se  reclutaron a 12 pianistas de jazz profesionales y se les pidió que improvisaran pequeñas piezas de música en el interior de un escáner en respuesta a las emociones evocadas por las fotografías de una actriz que representaba emociones  positivas, negativas o ambiguas.




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Para superar los problemas técnicos mencionados anteriormente, los investigadores llegaron a algunas soluciones innovadoras. En primer lugar, se pusieron en contacto con un ingeniero que diseñó un teclado en  miniatura, no magnético, de treinta y cinco teclas y que podía situarse en el regazo de los sujetos de investigación. Los pianistas podían escuchar el sonido del piano a través de auriculares electrostáticos situados en su oreja, por lo que podían oír lo que tocaban. Además, se instaló un sistema de espejos dentro del scanner para que los sujetos pudieran ver el teclado. El estudio de la creatividad requiere ideas creativas.

Aunque no hay reglas estrictas en la música, en la cultura occidental las escalas mayores son comúnmente asociadas con estados de ánimo más felices, mientras que las escalas menores tienen un sabor más oscuro y triste. Consistentemente, cuando se pidió a los sujetos que reprodujeran música evocada por las emociones positivas, en su mayoría utilizaron escalas mayores, mientras que las emociones negativas se expresaron con escalas menores y para las emociones ambiguas utilizaron  indistintamente ambos modos. Estas observaciones confirman que el entorno experimental era fiable y las fotografías evocaban las emociones correctas.

Las mediciones de resonancia magnética funcional permiten controlar qué partes del cerebro se activan o desactivan en cada situación. Independientemente de la emoción que subyace en cada improvisación, el acto de improvisar por sí tenía algunos efectos perceptibles en el cerebro. Estos incluyen la activación del área de Broca, una región implicada en la producción del habla, y la desactivación de la corteza prefrontal dorsolateral, un rasgo que se asocia a entrar en el llamado "estado de flujo", un estado mental en el que los individuos se muestran completamente absorbidos por la tarea que están haciendo.

Como hipótesis de los investigadores, las improvisaciones impulsadas ​​por las emociones alterarían el cerebro de manera diferente a la improvisación no emocional, lo que significaría que la red neuronal funcional responsable de la creatividad puede ser modulada por el estado emocional. Los patrones de activación y desactivación de las regiones del cerebro también serían diferentes a los que normalmente se observan cuando la gente simplemente escucha música.


Figure 3




Sin embargo, para su sorpresa, las  improvisaciones positivas y negativas tienen diferentes impactos en las áreas del cerebro implicadas en la recompensa y en el estado de flujo. La desactivación de la corteza prefrontal era extremadamente pronunciada durante las improvisaciones positivas cuando se comparaba con la producida por las emociones negativas o ambiguas, lo que indica estados de flujo más profundos. Las improvisaciones negativas, por el contrario, activan una región de recompensa llamada substantia nigra (una parte del cerebro que produce dopamina, el neurotransmisor asociado a la recompensa, y que puede estar asociada al aprendizaje), y  que los autores creen que podría implicar un aumento de la "conciencia visceral". Las implicaciones son que la expresión de la felicidad o la tristeza a través de la música puede ser placentera por diferentes razones y puede estar mediada por diferentes sistemas neurobiológicos.

La investigación  nos muestra que la actividad en el área prefrontal y otras redes del cerebro implicadas en la creatividad está muy modulada por el contexto emocional. La interacción emocional modula directamente la conectividad funcional de las áreas límbicas y paralímbicas como la amígdala y la ínsula. Estos hallazgos sugieren que la emoción y la creatividad están estrechamente vinculadas, y que los mecanismos neuronales que subyacen a la creatividad pueden depender del estado emocional.

La imagen que surge de estos estudios es que las redes neuronales utilizadas durante la improvisación son increíblemente complejas y dependientes del contexto. La creatividad utiliza todos los recursos disponibles del cerebro, desde los centros de recompensa a las  áreas del procesamiento del lenguaje, y las combina de diferentes maneras.

En resumen, esta investigación muestra que el impulso para crear música emocionalmente expresiva puede tener un origen neural básico: la emoción modula los sistemas neuronales implicados en la creatividad, lo que permite a los músicos involucrar a los centros límbicos del cerebro y entrar en estados de flujo. El impulso humano para expresar emociones a través del arte puede derivar de estos cambios generalizados en el límbico, las áreas prefrontales y las áreas de recompensa durante la expresión emocional. Dentro de la improvisación del jazz, ciertos estados emocionales pueden conducir a los músicos a estados de flujo más profundos o a una  estimulación más robusta de los centros de recompensa.

La expresión creativa de la emoción a través de la música puede implicar mecanismos más complejos para el proceso de las emociones por el cerebro, en comparación con la percepción de la emoción por sí sola. Se necesitan estudios adicionales de cómo el estado emocional modula la creatividad en ámbitos no artísticos, como la toma de decisiones y las interacciones sociales. Los estudios futuros también deben examinar si existe un efecto del género en la expresión emocional a través de la música, y si los resultados neurales se alteran si los sujetos usan ambas manos durante la improvisación. Este estudio examina sólo uno de los muchos posibles factores que podrían influir en las bases neuronales de la creatividad humana, y hay un amplio margen para la investigación. 

Además la comprensión de cómo la emoción influye en la creatividad tanto en contextos artísticos como no artísticos será crucial para la derivación de un modelo neuronal más completo y preciso de la creatividad humana.


Basado en: 

  1. McPherson MJ, Barrett FS, Lopez-Gonzalez M, Jiradejvong P, Limb CJ. (2016) Emotional Intent Modulates The Neural Substrates Of Creativity: An fMRI Study of Emotionally Targeted Improvisation in Jazz Musicians. Sci Rep 6:18460. doi:10.1038/srep18460. 

martes, 27 de septiembre de 2016

La risa y la ciencia que hay tras ella




No nos reímos  cuando pensamos que lo hacemos. Según un estudio científico llevado a cabo por Sophie Scott, de la Universidad de Londres,  si se pregunta a la gente lo que la hace reír, hablarían de chistes y humor, pero con mayor frecuencia nos reímos  cuando conversamos con otras personas. Realmente, con los chistes nos reímos muy poco. La risa es mas bien una emoción social que se utiliza  para generar y mantener los lazos sociales.

En general, la risa que emitimos es muy aguda, muy por encima del sonido que producimos cuando se trata de cantar, por ejemplo. La risa es también una manera muy primitiva de emitir un sonido.

También hacemos ruidos muy extraños cuando nos reímos - desde sibilancias y chirridos a jadeos y resoplidos - y cada sonido simplemente refleja la contracción de los músculos que tenemos en el pecho y que están exprimiendo el aire de nuestras cajas torácicas bajo presiones muy altas.

Las imágenes de resonancia magnética muestran que cuando alguien se ríe, no hay movimiento real de la lengua, la mandíbula, el paladar blando y los labios. Toda la acción está sucediendo en la caja torácica.

Los sonidos de la risa los producimos de maneras muy simples (a diferencia del habla) y están controlados por el sistema evolutivamente "más viejo" del cerebro, que se ocupa de la vocalización en todos los mamíferos (a diferencia del habla). Esta es la razón por la que un derrame cerebral puede robar a alguien  la capacidad de hablar, pero le mantiene la capacidad  de reír y llorar. Esas personas pueden sufrir daños en las áreas del cerebro que les permiten hablar, pero el sistema emocional mas antiguo se mantiene intacto, ya que anatómicamente está situado en las profundidades del cerebro.

La gente reconoce la risa como risa, incluso si se produce por alguien de una cultura muy poco familiar. Los Himba producen un sonido casi de canto como "ay-ay-ay" cuando  están celebrando algo. Su expresión es completamente distinta a la que acostumbramos en otras culturas, pero la expresión de la risa, sin embargo,  es universal.

Los investigadores  Disa Sauter y Frank Eisner, colaboradores de la investigadora Sophia Scott,  fueron a Namibia varias veces para trabajar con el pueblo Himba y el único sonido positivo reconocido, que hicieron los Himba (y viceversa) era la risa.

Las expresiones no verbales, como la risa,  se asocian con frecuencia a expresiones de emoción. Estas emociones se denominan básicas, porque se reconocen en  todos los grupos humanos y también se encuentran en otros mamíferos. Esto explica por qué algunas emociones son bastante similares en todas las especies, por ejemplo en la imagen que muestra las similitudes entre la cara de un ser humano enojado y un lobo enojado.


Man and wolf


La risa es una expresión emocional no verbal y estos sonidos, que normalmente hacemos cuando experimentamos emociones muy fuertes, son más como llamadas animales que como nuestra habla normal. Las expresiones faciales de las emociones se reflejan en todas las especies.

Por supuesto, desde luego, no somos los únicos animales que ríen. La risa ha sido bien descrita en otros primates, como los chimpancés, los gorilas y los orangutanes.

Monkeys

Y curiosamente, siempre que encontramos la risa, sus raíces están en el cosquilleo y en el juego, tanto en  los humanos como en los gorilas o las ratas.

Todos los mamíferos juegan cuando son jóvenes y algunos mamíferos (como los seres humanos, las nutrias, las ratas y los  perros) juegan  durante toda su vida. Tal vez la risa ha evolucionado para ser una señal importante del juego, una señal de que nos estamos divirtiendo, nadie va a hacerse daño y esto es todo un divertimento.


Incluso hay una teoría de que esto es lo que sucede en la comedia: la gente está utilizando la comunicación de una manera lúdica y es por eso que nos reímos. Sin duda,  las raíces de toda risa se encuentran en las interacciones sociales.


lunes, 19 de septiembre de 2016

La serotonina y la mutación MTHFR





La depresión se está convirtiendo en un problema cada vez más extendido en nuestra sociedad, alcanzando a volúmenes de población cada vez más importante.

En aproximadamente el 70% de los pacientes diagnosticados se produce una cierta mejora en el tratamiento con antidepresivos, pero una remisión completa ocurre solamente en 40 a 50% de las personas diagnosticadas con depresión. Con el fin de impulsar esta tasa de remisión decepcionante, necesitamos buscar algo que aumente la efectividad de los antidepresivos o que pueda utilizarse por separado, como indicación esencial  para casos leves.

Y existe  un suplemento considerado como alimento medicinal. Es seguro, y realmente funciona. Es una vitamina que es una forma de ácido fólico conocido como L-metilfolato.

El ácido fólico es una vitamina B esencial. Se conoce también como B9. Se encuentra en los vegetales de hoja verde, huevos, cereales y alimentos enriquecidos (por nombrar algunos). Cuando se toma como folato o ácido fólico en la dieta se absorbe por el intestino delgado, donde se convierte por una enzima específica en L-metilfolato. Este metabolito se utiliza para generar la serotonina, la norepinefrina y la dopamina, que son neurohormonas ampliamente relacionadas por la literatura científica como muy importantes para la regulación del humor.


Acido Fólico


Los científicos han identificado 40 mutaciones en el gen (conocido como MTHFR) responsable de producir la enzima que convierte el ácido fólico en L-metilfolato. Si hay una mutación en este gen, su capacidad para convertir el ácido fólico en L-metilfolato se reduce en un 34%. Si tiene dos mutaciones, se reduce en un 71%. ¿Y esto porqué es importante?

Si se tiene una enzima defectuosa, no se puede convertir el ácido fólico a L-metilfolato adecuadamente y los  niveles de serotonina, norepinefrina y dopamina van a empeorar notablemente. Y con ello, la sensación de bienestar personal. Y estas mutaciones de los genes son extremadamente comunes.

El tratamiento es simple: una receta de L-metilfolato. Si se toma en las cantidades adecuadas (7,5 a 15 miligramos) puede mejorar la depresión leve con relativa rapidez. En un estudio de pacientes de edad avanzada, la tasa de respuesta a las 6 semanas fue del 81%. Los resultados se ven a menudo en tan sólo dos semanas. Además, este compuesto se tolera bien sin efectos secundarios. No interactúa con otros medicamentos.


Los resultados observados en clínica son impresionantes. Cuando se trata a las personas con mutaciones MTHFR (con o sin depresión leve) con L-metilfolato, mejora su estado de ánimo y la frecuencia con la que duermen mejor. Los problemas relacionados tales como el síndrome del intestino irritable a menudo mejoran también.

Comprobar si se tiene la mutación en el gen MTHFR, con un simple análisis de sangre, podría ser de gran ayuda en el tratamiento de personas con  depresión leve, y también para aquellas personas en tratamiento farmacológico para depresiones más agudas. Aumentar los niveles de serotonina de una forma sana e inocua está a nuestro alcance.


En cualquier caso, una alimentación rica en B9, e incluso algún suplemento que contenga esta vitamina puede mejorar nuestro bienestar. ¿Por qué no probarlo?.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Potenciando nuestro cerebro con drogas inteligentes




Por Ana Toral



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¿Qué pasaría si pudiéramos tomar una pastilla que mejorara nuestras capacidades cognitivas? ¿Y si esta pastilla pudiera ayudar a aprobar un examen, trabajar  de manera más eficiente, y ser verdaderamente multitarea?. En entornos de alta exigencia profesional, el uso de nootrópicos, o "drogas inteligentes", por personas sanas normales, se ha convertido en un lugar común. Pero, ¿qué son estos fármacos reclamados para mejorar la función cerebral? y ¿son seguros?

Durante siglos, nuestra civilización ha utilizado diversas sustancias para mejorar las funciones cognitivas. Las antiguas civilizaciones usaron alucinógenos en un esfuerzo por mejorar la comunicación con sus dioses. Hoy en día, la cafeína se consume comúnmente para aumentar la vigilia. Durante la última década, algunas personas han estado experimentando con estimulantes y activadores del glutamato para explorar sus habilidades como  potenciadores cognitivos. Esta es la principal hipótesis de la “optimización neuronal”: si un medicamento es eficaz para mejorar las capacidades cognitivas en personas con dificultades de funciones cognitivas y motoras, en trastornos como el Alzheimer, el Parkinson, la enfermedad de Huntington, o el ADHD (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad), entonces  las personas sanas normales ¿no tendrían incluso más mejoras en las capacidades cognitivas, como la memoria, la creatividad, la motivación y las funciones ejecutivas?

La película Sin Límites dio a conocer a los  nootrópicos cuando se mostró el poder de un fármaco inteligente para desbloquear el potencial del cerebro. Por supuesto, no hay tal píldora que nos pueda transformar en un superman. Pero, existe un gran interés en encontrar la manera de hacer precisamente eso: mejorar la función cerebral. Y ¿cual es la ciencia detrás de los nootrópicos? Honestamente, no hay demasiada.  Sólo un puñado de estudios han investigado el uso, el efecto y el funcionamiento de los potenciadores cognitivos en la vida cotidiana de los individuos sanos.






Tal vez el ejemplo más conocido de un fármaco nootrópico es el metilfenidato, más comúnmente conocido como Ritalin. Este psicoestimulante se prescribe típicamente para tratar a individuos con TDAH (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad) para que puedan mantener la concentración en una tarea. Sin embargo, también es utilizado por los estudiantes sanos como una ayuda para el estudio y para la realización de exámenes.

 ¿Cómo funciona el metilfenidato? Este fármaco bloquea la recaptación de la dopamina y la norepinefrina en la neurona presináptica. Normalmente, después de que la dopamina sea liberada en la hendidura sináptica, se transporta de vuelta a la neurona presináptica para una liberación posterior; cuando se inhibe la recaptación de la dopamina, esta se acumula en la hendidura sináptica, y continúa uniéndose a los receptores postsinápticos, manteniendo la excitación de la red neuronal en la que participa. Por lo tanto, cuando una persona toma Ritalin, experimenta unos efectos del aumento de la neurotransmisión de la dopamina y la norepinefrina mucho más largos de lo normal, que incluyen el aumento del estado de alerta, la disminución de la fatiga, y la mejora de la atención,  exactamente los efectos  de los que se beneficia una persona con TDAH.

Pero ¿cuáles son sus efectos en un cerebro normal? Numerosos estudios en animales han demostrado que los efectos dependen de la dosis. Altas dosis de metilfenidato en ratas adultas sanas han causado un aumento de la actividad locomotora y un deterioro de las habilidades de atención; las dosis moderadas mejoran las capacidades cognitivas y reducen la actividad motora; y las dosis muy bajas aumentan las habilidades de atención, sin afectar la actividad motora (Mehta et al., 2001).

¿Por qué se producen esas variaciones en la eficacia?. La respuesta tiene que ver con lo bien que la dopamina y la norepinefrina se unen a sus receptores. Cuando los niveles son óptimos, la dopamina se une a sus receptores D1 y la norepinefrina se une a sus receptores a2 con alta afinidad en la corteza prefrontal, donde ayuda eficientemente con las funciones ejecutivas. A niveles más altos, la dopamina comienza a unirse también a los receptores D2 y la norepinefrina se une a los receptores a1 y beta, que en conjunto disminuyen la capacidad de las neuronas en la corteza prefrontal para hacer lo que tienen que hacer (Arnsten y Li,2005).

¿Si acertamos con la dosis ya hemos encontrado la fórmula mágica?.  Incorrecto. A largo plazo, los efectos secundarios del uso de metilfenidato pueden ser muy profundos, especialmente en adultos y adolescentes jóvenes, que son los que abusan comunmente de este fármaco, y  el uso prolongado de estos fármacos puede causar cambios permanentes en el cerebro. Estudios en ratas jóvenes han demostrado que los tratamientos prolongados con metilfenidato pueden reducir de forma permanente la actividad de las neuronas excitadoras en la corteza prefrontal, dañando severamente las capacidades cognitivas de los sujetos. (Urban et al., 2012).
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En la era de la "neurología cosmética", donde estamos tratando de mejorar nuestro cerebro, los riesgos del uso de drogas como el metilfenidato como potenciadores cognitivos a menudo se pasa por alto o se piensa que los beneficios inmediatos compensan el riesgo. Si bien el uso de algunos "potenciadores cognitivos", como Adderall (dextroanfetamina) y Provigil (modafinilo), son controvertidos, la mayoría de los nootrópicos utilizados habitualmente son a menudo mezclas de suplementos y estimulantes socialmente más aceptables, tales como los componentes del chocolate y el café. Estas pilas nootrópicas tienen como objetivo aumentar funciones específicas, como la agudeza y la concentración, o la cognición.



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El riesgo de utilizar suplementos como nootrópicos es que están muy poco regulados. Se podría pensar que existen algunas normas que regulan este tipo de "drogas inteligentes", ya que tienen pautas muy estrictas para otros tipos de drogas, pero estas reglas no se aplican a los complementos. Y esta falta de control sobre su composición y dosificación puede crear serios problemas.

Dejando los riesgos aparte, ¿funcionan? En este momento, los efectos de potenciación del cerebro por los nootropicos no se han probado científicamente, pero algunos estudios clínicos han demostrado que ciertos compuestos pueden aumentar la memoria a corto plazo, reducir el tiempo de reacción, y mejorar la percepción espacial. Por ejemplo, algunos estudios han demostrado que la teanina, un aminoácido que se encuentra comúnmente en el té verde, puede ser neuroprotector (investigado por Kakuda, 2011), y podría aumentar los efectos de la cafeína sobre la velocidad y la precisión del procesamiento de la información. Aún así, no está claro si los principales efectos producidos por estos brebajes son reales o simplemente un efecto placebo.

Claramente, hay que aumentar la investigación para determinar la eficacia y seguridad de los fármacos inteligentes, y hay que hacerlo rápidamente, ya que más y más personas se están enamorando del potencial de mejora de la cognición que los nootrópicos ofrecen.


Basado en http://knowingneurons.com/2016/05/25/smart-drugs/

domingo, 4 de septiembre de 2016

La formación de un conjunto de neuronas. Tras la hipótesis de Hebb.


Por: Ana Toral

Las neuronas que se activan juntas, realmente se conectan entre sí, según un nuevo estudio publicado en la revista Science, lo que sugiere que el ordenador de kilo y medio dentro de nuestro cráneo podría ser más maleable de lo que pensamos.

Neurocientíficos de la Universidad de Columbia han demostrado que un conjunto de neuronas entrenadas para activarse al unísono, podrían reactivarse incluso un día más tarde, únicamente activando una neurona del conjunto. Aunque se necesita más investigación, sus resultados sugieren que estas agrupaciones de neuronas activadas pueden formar los bloques de construcción básicos del aprendizaje y la memoria, como se había planteado en la hipótesis del psicólogo Donald Hebb en la década de 1940.


La construcción de nuevas redes neuronales en el cerebro


La hipótesis de Donald Hebb de que la coactivación de las neuronas conduce a la formación de conjuntos de neuronas, ha inspirado a los neurocientíficos durante décadas. La creación experimental de tales conjuntos ha sido un desafío técnico. Utilizando la estimulación optogenética de dos fotones con resolución de células individuales, el investigador Carrillo-Reid y sus colaboradores descubrieron que la activación recurrente de un grupo de neuronas crea un conjunto neuronal que se imprime en los circuitos cerebrales. La activación de una sola neurona puede llevar a la activación de todo el conjunto neuronal en un fenómeno llamado “establecimiento de patrón”. El conjunto neuronal artificial persiste durante días y puede ser reactivado en plazos de  tiempo posteriores, sin interferir con el circuito endógeno.

Los conjuntos neuronales son grupos coactivos de neuronas que pueden representar unidades básicas de los circuitos corticales. Estos conjuntos se podrían formar según la plasticidad de Hebb, por la que se refuerzan las sinapsis entre las neuronas coactivas. Un estudio del Laboratorio del Dr. Yuste muestra que la activación repetida, mediante la optogenética de dos fotones, de poblaciones neuronales pertenecientes a conjuntos neuronales, en la corteza visual de ratones despiertos, construye conjuntos neuronales que se reeditan de forma espontánea después de haber sido impresos y no perturban  a los preexistentes. Además, los conjuntos neuronales impresos se pueden recuperar mediante la estimulación de una única neurona y permanecen coactivos en los siguientes días. Sus resultados demuestran que la reconfiguración persistente de los circuitos corticales por la optogenética de dos fotones en conjuntos neuronales puede provocar  un “establecimiento de patrón”.


 Los investigadores “reprograman” un conjunto de neuronas con un fino haz de luz.





En esta foto de neuronas de ratón en vivo, se utilizaron técnicas de imagen de calcio para registrar la activación de neuronas individuales y sus pulsos de electricidad. (Laboratorio de Yuste / Universidad de Columbia)


"Siempre pensé que el cableado del cerebro era básicamente inalterable", comentó el autor principal del estudio, el Dr. Rafael Yuste, profesor de neurociencia en la Universidad de Columbia. "Pero entonces vi los resultados y dije '¡No puede ser, todo esto es maleable!". Estamos hablando de un ordenador plástico que está en constante aprendizaje y cambio. "

En una investigación realizada en Columbia, los investigadores fueron capaces de controlar y observar el cerebro de un ratón vivo usando las herramientas optogenéticas que han revolucionado la neurociencia en la última década. Un virus modificado por ingeniería genética, que contiene ADN para producir proteínas sensibles a la luz, se inyectó a un ratón de forma que llegara a las células específicas de su cerebro. Una vez dentro de una neurona, las proteínas generadas sensibles a la luz permitieron a los investigadores activar remotamente a  las neuronas que producían esta proteína mediante haces de luz, como si utilizaran un mando a distancia.

Al ratón se le dejó correr libremente en una cinta mientras que su cabeza se mantenía bajo un microscopio. Con un láser, los investigadores irradiaban luz a través de su cráneo para estimular un pequeño grupo de células en la corteza visual. Con un segundo láser, grabaron el  aumento de los niveles de calcio en cada neurona conforme se iba activando, recogiendo de este modo imágenes de la actividad de las células individuales.





En el vídeo de arriba, las neuronas que eran estimuladas repetidamente con el haz de luz formaban un conjunto neuronal que trabajaba conjuntamente. Podían  ser reactivadas como grupo, estimulando una única neurona del grupo, incluso hasta  un día más tarde. Los experimentos se detallan en un nuevo estudio publicado en la revista Science. (Yuste Lab / Universidad de Columbia)



Antes de la optogenética, los científicos tenían que abrir el cráneo e implantar electrodos en el tejido vivo para estimular las neuronas con electricidad y medir su respuesta. Incluso un cerebro de ratón de 100 millones de neuronas, casi una milésima del tamaño de la nuestra, era demasiado denso para obtener imágenes de calidad de los  grupos de neuronas.

 Rafael Yuste y sus colegas en la Universidad de Columbia consiguieron excitar  conjuntos de neuronas individuales, seleccionadas al azar en la corteza visual de ratones vivos, mediante la estimulación de dos fotones, mientras los animales corrían en una cinta rodante. Los investigadores pudieron distinguir entre las neuronas que se estimularon directamente por la luz y el grupo de neuronas que se activaban  indirectamente. Tras la estimulación repetida mediante haces de luz, los investigadores observaron que el mismo grupo de neuronas se activaba tras la emisión del haz de luz. Esta agrupación de neuronas inducida artificialmente era diferente de otros conjuntos de células que se activaban como resultado de un estímulo visual no provocado optogenéticamente utilizado de control.

La Optogenética ha permitido a los investigadores entrar en el interior del cerebro de forma no invasiva y controlar su actividad de forma mucho más precisa. En la última década, los investigadores han restaurado la vista y la audición a ratones ciegos o sordos, y han transformado en normales a ratones agresivos, mediante la manipulación de regiones específicas del cerebro.

El avance que permitió a los investigadores reprogramar un grupo de células en el cerebro es la culminación de más de una década de trabajo. Con muestras de tejido de la corteza visual del ratón, Yuste y sus colegas demostraron en un estudio realizado en 2003 publicado en la revista Nature que las neuronas coordinan su activación en pequeñas redes llamados conjuntos neuronales. Un año más tarde, demostraron que los conjuntos se activaban en patrones secuenciales en el tiempo.

A medida que mejoraban las técnicas para el control y la observación de las neuronas en los animales vivos, descubrieron que estos conjuntos neuronales están activos incluso sin estimulación. Utilizaron esta información para desarrollar algoritmos matemáticos para encontrar conjuntos neuronales en la corteza visual. Fueron capaces de mostrar, como lo habían hecho en las anteriores muestras de tejido, que los conjuntos neuronales en animales vivos también se activan uno tras otro en patrones secuenciales.


Estimulando los Circuitos Neuronales en el cerebro de ratón.


Con haces de  luz, los investigadores pueden convencer a un grupo de neuronas en la corteza visual de ratones vivos de que se activen conjuntamente.



Un grupo de neuronas estimuladas en los ratones despiertos con un estímulo visual (izquierda) comparado con el grupo de neuronas estimuladas a través de la optogenética (derecha)















Según el co-autor del estudio, Luis Carrillo-Reid, estudiante postdoctoral en el laboratorio del Dr. Yuste, la idea para este estudio nació de un experimento de control para asegurarse de que la técnica que utilizaban de estimulación de dos fotones podría estimular de forma fiable las mismas pocas neuronas. "Consistentemente vimos que cuando estimulábamos la misma área de la corteza cerebral varias veces, el mismo grupo de neuronas se activaba de forma simultánea. Esto nos llevó a preguntarnos si estábamos creando un nuevo circuito en el cerebro"

Después de que el equipo estimulara repetidamente  agrupaciones de neuronas asociadas con el conjunto neuronal de nueva creación que se activaba conjuntamente, la estimulación adicional de células individuales dio como resultado la activación de ese mismo conjunto en el  64,5 % del tiempo a lo largo de dos días consecutivos.

Comparando los grupos de neuronas estimuladas por la luz con neuronas activadas de forma natural dentro de la corteza visual, el equipo encontró que ambos contenían cantidades similares (entre 10 y 20 neuronas) y mostraron distribuciones similares en todo el cerebro. Pero la distancia media entre las neuronas dentro del conjunto estimulado artificialmente era más corta.

La estimulación lumínica de sólo el 8 por ciento de las neuronas dentro de un conjunto inició la activación de todo el grupo de células, lo que abre la cuestión de que es lo que hace que estas células sean únicas. ¿Estas células muestran una conectividad mas robusta, y son "más fuerte, digamos, cuando se trata de recordar?"

Otra pregunta abierta es si la activación neuronal concertada observada significa que las sinapsis se han formado de novo o que las sinapsis existentes se han fortalecido como resultado de la fotoestimulación.

El Dr. Daniel Javitt, profesor de psiquiatría en la Universidad de Columbia Medical Center, que no participó en el estudio, dice que el trabajo podría ser utilizado para restaurar los patrones normales de conexión en el cerebro de las personas con epilepsia y otros trastornos cerebrales. Sin embargo, hay grandes obstáculos técnicos que  tendrían que ser superados antes de que  las técnicas de optogenética se puedan  aplicar a los seres humanos.

Emparejando la tecnología de estimulación de dos fotones con la tecnología de obtención de imágenes de calcio de dos fotones, los investigadores pudieron documentar cómo las células individuales respondían a la estimulación mediante un haz de luz. Aunque en estudios previos se han activado y registrado células individuales, ninguno ha demostrado que un conjunto de neuronas pudiera ser activado conjuntamente para imprimir lo que llaman un "microcircuito neuronal" en el cerebro de un animal vivo.

"Si usted me hubiera dicho hace un año que podría estimular  20 neuronas en un cerebro de ratón de 100 millones de neuronas y alterar su comportamiento, yo le hubiera dicho que de ninguna manera”, explicó Yuste. "Es como la reconfiguración de tres granos de arena en la inmensidad de una playa."

Los investigadores creen que la red de neuronas activadas que han creado artificialmente puede haber implantado una imagen completamente desconocida para el ratón. Ahora están desarrollando un estudio de comportamiento para tratar de demostrarlo. A  Carrillo-Reid, Yuste, y sus colegas les gustaría probar si estos conjuntos de neuronas estimulados artificialmente pueden alterar el comportamiento animal. "El hecho de que podamos escribir una nueva actividad en el cerebro no quiere decir que estemos escribiendo una nueva memoria"

Esta investigación es parte de un proyecto norteamericano denominado Iniciativa BRAIN que surgió de una propuesta anterior de Yuste y sus colegas para desarrollar herramientas para el mapeo de la actividad cerebral de las moscas de la fruta a los mamíferos más complejos, incluidos los humanos.


Otros autores del estudio son Weijan Yang, Yuki Bando y Darcy Peterka, todos investigadores del Laboratorio de Yuste en Columbia. Los investigadores recibieron el apoyo del National Eye Institute, del National Institute of Mental Health, de la Defense Advanced Research Projects Agency y del U.S. Army Research office and laboratory.


Publicación Original en Science: L. Carrillo-Reid et al., “Imprinting and recalling cortical ensembles,” Science,doi:10.1126/science.aaf7560, 2016.

domingo, 21 de agosto de 2016

¿Cómo podemos reducir el riesgo de desarrollar Alzheimer?


 Resultado de imagen de cerebro alzheimer












El Alzheimer es una enfermedad muy compleja y que claramente viene determinada por factores genéticos y ambientales. Todavía no nos es posible actuar sobre los factores genéticos que determinan nuestra predisposición a sufrir ciertas enfermedades, menos aún las que afectan a nuestra salud mental dado el bajo nivel de conocimiento que los científicos tienen en la actualidad sobre la determinación genética del cerebro.

Pero sí que se conoce, básicamente a través de estudios epidemiológicos, el cómo algunos factores del comportamiento afectan a la aparición y al desarrollo de una de las enfermedades que mas está creciendo en nuestra sociedad actual. El Alzheimer es la forma de demencia más común, que afecta a unos 36 millones de personas en todo el mundo. El gran factor de riesgo para sufrir Alzheimer es la edad, y la probabilidad de desarrollar esta enfermedad se dobla cada cinco años a partir de los 65. Por tanto, conforme aumenta la longevidad de la población, lo hace también el volumen de enfermos.

El gran drama para los afectados por esta enfermedad viene del hecho de que las compañías farmacéuticas, que están invirtiendo inmensas cantidades de dinero en la búsqueda de un fármaco eficaz, todavía no han conseguido encontrar ninguno que sea realmente efectivo en humanos.

Por ello, es tan relevante encontrar factores en nuestra forma de vida que reduzcan o dilaten el riesgo de desarrollar Alzheimer. ¿Y cuales podrían ser estos factores?

  • Mantener una dieta adecuada: Probablemente resulta familiar la idea de que el pescado es un buen "alimento para el cerebro", debido a que es rico en aceites omega, pero, de hecho, hasta ahora la evidencia es contradictoria y no concluyente. Sin embargo, nadie duda de los beneficios de mantener una dieta sana y equilibrada, ya que previene el aumento de peso excesivo y es importante para una buena salud cardiovascular. Y aunque todavía no está claro si vale la pena gastar dinero en suplementos de aceite de pescado, hay buena evidencia de que la adhesión a una dieta mediterránea puede reducir la tasa de deterioro cognitivo relacionado con la edad y reducir el riesgo de Alzheimer.

  • Dormir bien: Los trastornos del sueño están vinculados a la enfermedad de Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas, así como a los trastornos neuropsiquiátricos tales como la ansiedad, el estrés y la depresión. En la mayoría de estas condiciones, los trastornos del sueño parecen surgir décadas antes que otros síntomas, y pueden ser la más temprana manifestación que podemos observar. Toda la evidencia sugiere que la relación es bidireccional, es decir, unos pobres patrones de sueño pueden conducir a cambios cerebrales patológicos, que a su vez pueden exacerbar los trastornos del sueño.

  • Ejercitar su cerebro: El cerebro es como un músculo que necesita ser tensado con regularidad para mantenerse en buen estado de funcionamiento. No hay evidencias de que los caros programas de entrenamiento cerebrales que se anuncian  tengan un resultado apreciable para la salud general del cerebro, pero sí que existe alguna evidencia de que mantener el cerebro activo, leyendo, haciendo rompecabezas, o aprendiendo un nuevo idioma o un instrumento musical podría retrasar la aparición de la enfermedad de Alzheimer y otras formas de demencia.

  •  Ejercitar su cuerpo: Lo que es bueno para el corazón es bueno para el cerebro, y así el mantener una buena salud cardiovascular es esencial para un cerebro sano. Lo más importante para mantener el corazón sano es dejar de fumar. También lo es hacer ejercicio con regularidad. Esto no sólo reduce el riesgo de enfermedades del corazón y la diabetes, sino que también reduce el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular.

  •  Ir a clase: La educación tiene un efecto neuroprotector. Hay buena evidencia de que a mayor nivel de educación de una persona, menor es el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer, y mejor es capaz de hacer frente a la enfermedad cuando se desarrolla. Del mismo modo, cuanto más educada es una persona, mejor va a recuperarse después de un derrame cerebral u otra lesión cerebral.

  •  Mantenerse motivado: Al igual que con la educación, tener un propósito en la vida, u orientarse hacia la consecución de un objetivo específico, también tiene un efecto neuroprotector. Todavía no se sabe exactamente el por qué. Lo que sí parece claro, sin embargo, es que nunca es demasiado tarde para volver a clase o aprender una nueva habilidad, y que la motivación de uno mismo para hacerlo puede ser beneficioso para el cerebro.

 Si bien cada uno de los factores enumerados anteriormente se ha demostrado que influyen en el riesgo de Alzheimer, muchos de los efectos observados son muy sutiles. Puede darse el caso de que las combinaciones de estos factores tengan un efecto acumulativo en la reducción del riesgo de Alzheimer, pero esto aún está por verse, ya que gran parte de la investigación de los llamados factores de riesgo modificables se encuentra todavía en su infancia.


Mientras aumenta el conocimiento, tanto de la causa que provoca la aparición de la enfermedad de Alzheimer, como del tratamiento adecuado para evitar o paliar su desarrollo, el tener en cuenta estos factores nos ayudará a poner nuestro granito de arena.

jueves, 11 de agosto de 2016

Karl Deisseroth: Desvelando el cerebro mediante la Optogenética y CLARITY





Por: Ana Toral (*)

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Durante gran parte de la historia de la investigación del cerebro, ha sido casi imposible probar con precisión las  ideas acerca de cómo funciona el cerebro. Cuando tenemos cualquier sistema biológico tan complejo, pero sobre todo el cerebro, ¿Por dónde empezar?

Entre los científicos, Karl Deisseroth es conocido por su desarrollo de la Optogenética, una tecnología que hace que las células cerebrales individuales sean fotosensibles de forma altamente específica. Esas células pueden ser activadas mediante  destellos de luz emitidos a través de un cable de fibra óptica. La optogenética ha dado a los investigadores un acceso sin precedentes al  funcionamiento del cerebro, lo que les permite no sólo observar su circuitería neuronal precisa en animales de laboratorio, sino también controlar el comportamiento a través de la manipulación directa de las células específicas. Deisseroth, uno de los raros neurocientíficos que también están practicando la psiquiatría, ha hecho que la enfermedad mental sea un foco importante de su investigación optogenética. Otros científicos de todo el mundo están utilizando el método para investigar algunos de los enigmas más persistentes de la neurociencia, incluida la cuestión fundamental de cómo el cerebro físico, los casi cien mil millones de neuronas y sus multitudinarias conexiones, dan lugar a la mente: el pensamiento, el estado de ánimo, el comportamiento, la emoción.



A finales del siglo XVIII, el médico italiano Luigi Galvani se dio cuenta de que la electricidad estática podría inducir a moverse a la pierna de una rana muerta. Por primera vez, los científicos entendieron que el sistema nervioso opera bajo la influencia de la actividad  eléctrica. Pero no fue hasta la década de los años veinte del siglo pasado que un investigador suizo, Walter R. Hess, utilizando cables implantados para estimular el cerebro de los gatos, mostró que la emoción y el comportamiento también surgen de los impulsos eléctricos en el cerebro. Mediante la estimulación de diversas regiones del cerebro, Hess indujo reacciones diferentes: por ejemplo, se podía conseguir que un gato se pusiera a la defensiva, tal como se muestra cuando se enfrenta a un perro.

En la década de los años cincuenta, un fisiólogo español en Yale, José Manuel Rodríguez Delgado, llevó a cabo experimentos realizados con electrodos implantados en el cerebro de sujetos humanos, utilizando un dispositivo que él había inventado, llamado "stimoceiver", un electrodo del tamaño de medio euro,  operado por control remoto. Delgado utilizó el stimoceiver en unos veinticinco pacientes, la mayoría de ellos epilépticos y esquizofrénicos en un hospital mental en Rhode Island, e informó que era "posible inducir una gran variedad de respuestas, desde efectos motores a las reacciones emocionales y manifestaciones intelectuales." los experimentos provocaron indignación cuando se hicieron públicos, y Delgado los interrumpió y regresó a España.

Las preocupaciones éticas inherentes a la implantación de electrodos en cerebros humanos dieron paso, a principios de los años noventa, a la adopción de una tecnología de imágenes cerebrales completamente no invasivas: imágenes de resonancia magnética funcional, o fMRI. Esta tecnología jugó un papel decisivo en el fortalecimiento de la teoría de que el cerebro se divide en regiones discretas, responsables de diferentes aspectos de la conducta. La tecnología utiliza potentes imanes para detectar cambios en el flujo sanguíneo en el cerebro en sujetos que están expuestos a diversos estímulos, como imágenes, sonidos, o pensamientos. Las regiones activadas se pueden presentar en una pantalla como manchas luminosas de color. Pero el fMRI tiene severas limitaciones. Existe un lapso de tiempo, y diferentes eventos neuronales que se producen distanciados por un segundo o incluso algo más, pueden aparecer solapados, lo que es una gran dificultad para el estudio de un órgano que trabaja a una velocidad de milisegundos. Tampoco puede el fMRI revelar lo que las células del cerebro están haciendo en realidad. La técnica registra la actividad sólo en la escala de cientos de miles de neuronas, y una zona iluminada podría representar cualquier número discreto de procesos neuronales. Dada esta falta de precisión, incluso algunos de los defensores de la fMRI se muestran poco entusiastas con sus resultados.

Para analizar el papel de pequeños grupos de neuronas, los científicos se han basado en un método no muy diferente del que Hess utilizó con sus gatos: la estimulación de áreas cerebrales específicas, en animales de experimentación, con electrodos delgados. Debido a que los electrodos hacen pasar la corriente a través del tejido cerebral, estimulando la actividad de áreas no deseadas, los investigadores utilizan un fármaco para suprimir la actividad neuronal. Pero el método es engorroso y requiere mucho tiempo.

En 2005, Deisseroth publicó su primer artículo sobre lo que llegó a ser conocido como la optogenética. Debido a que la tecnología permite a los investigadores no sólo desencadenar la actividad de las células a la velocidad a la que el cerebro funciona realmente, sino también seleccionar las células diana en regiones, como la amígdala, donde hay poblaciones mixtas de cientos de tipos de células, la optogenética ofrece un impensable nivel de precisión experimental. En la actualidad, la optogenética sólo se puede utilizar en animales como ratones y ratas, cuyas funciones asociadas con las emociones elementales, como el miedo, la ansiedad y la recompensa del cerebro, son similares a las de los humanos. Pero el trabajo de Deisseroth apunta a que algún día podría ser posible utilizarlo en humanos.

Christof Koch, el Director Científico del Instituto Allen para la Ciencia del Cerebro, en Seattle, calificó a la optogenética como uno de los acontecimientos más trascendentales en la neurociencia en los últimos sesenta años, partiendo del trabajo original de tinción de tipos de células, a finales del siglo XIX, siguiendo con el uso de electrodos en los años cincuenta y sesenta, y hasta la llegada de la fMRI. Según Koch, la optogenética es la cuarta ola. Ahora podemos comenzar a intervenir en las redes cerebrales de una manera muy delicada, deliberada y específica. Los experimentos han arrojado luz sobre muchas funciones del cerebro, incluyendo el aprendizaje, la memoria, el metabolismo, el hambre, el sueño, la recompensa, la motivación, el miedo , el olfato y el tacto.

Pero sigamos la historia paso a paso. Karl Deisseroth se graduó en la escuela secundaria a los dieciséis años y ganó una beca para la Universidad de Harvard, donde planeaba formarse en escritura creativa. En su lugar, terminó recibiendo un grado en bioquímica, y fue admitido, a la edad de veinte años, a un programa de doctorado combinado en Stanford. Motivado por el deseo de entender mejor la naturaleza humana, decidió seguir su Doctorado en Neurociencia.

Para su doctorado, estudió cómo la actividad en las sinapsis de las neuronas afecta al núcleo e influencia la expresión de los genes, un tema muy especializado pero que es fundamental para un aspecto importante del ser humano: la memoria. Había evidencias en investigaciones anteriores de que los cambios en la expresión génica eran importantes para cosas como el almacenamiento de la memora a largo plazo. La tesis de Deisseroth, que completó en 1998, dio lugar a artículos en las revistas Neuron  y Nature.

Karl Deisseroth había previsto inicialmente convertirse en un neurocirujano, pero cambió de opinión después de hacer una rotación obligatoria de cuatro semanas en psiquiatría, donde su primer paciente era el hombre esquizoafectivo. Deisseroth le prescribió potentes medicamentos antipsicóticos y estabilizadores del ánimo, pero el hombre seguía estando demasiado superado por el trastorno como para dejar la sala de psiquiatría. Deisseroth quedó a la vez decepcionado y fascinado. Fue agarrado por lo desconocido. Estaba muy lejos de un atisbo de comprensión.

A Deisseroth le frustraba que la visión de la psiquiatría de los trastornos más difíciles de tratar –la depresión severa, la esquizofrenia, el autismo- estuviera limitada por una falta fundamental de comprensión de cómo funciona el cerebro. Un cardiólogo puede explicar a un paciente el daño en su músculo cardiaco. Con la depresión, no se puede decir lo que realmente es. Los médicos pueden dar medicamentos de diferentes clases, poner electrodos y estimular diferentes partes del cerebro y ver cambios en  el comportamiento, pero no hay un entendimiento a nivel de los tejidos. Ese problema lo ha enmarcado todo. ¿Cómo podemos construir herramientas que mantengan el tejido intacto pero nos permita ver y controlar lo que está pasando? 

En 1979, Francis Crick, codescubridor de la doble hélice, publicó un artículo en la revista Scientific American en la que él presentó  sus esperanzas para el futuro de la ciencia del cerebro. Los neurocientíficos ya estaban rutinariamente utilizando electrodos para estimular el cerebro, pero Crick, teniendo en cuenta la imprecisión del método, buscaba una herramienta que permitiera a los investigadores activar y desactivar neuronas específicas, manteniendo intactas los demás tipos de células. En un artículo posterior, sugirió una manera de lograrlo: "Esto parece bastante inverosímil, pero es concebible que los biólogos moleculares pudieran diseñar un tipo de célula particular sensible a la luz."

Resultó que la clave para la ingeniería de una célula de este tipo ya se había descubierto, a principios de los años setenta, cuando un bioquímico alemán llamado Dieter Oesterhelt describió la primera opsina microbiana. Las opsinas son proteínas sensibles a la luz que se encuentran entre otros lugares en la naturaleza, en los fotorreceptores del ojo. La opsina de Oesterhelt era de una bacteria unicelular que vive en lagos de alta salinidad en Egipto y Kenia, y sobrevive a su ambiente hostil mediante la conversión de la luz en energía. El descubrimiento de Oesterhelt provocó una ola de investigación en los laboratorios de todo el mundo, pero nadie suponía que los genes de una bacteria unicelular pudieran ser transportados para que funcionaran en un cerebro de mamífero.

 Son tan diferentes las células microbianas y nuestras células, trabajan de forma tan  diferente, desde la forma en que las proteínas se transportan de un lugar a otro, a cómo se almacenan las cosas, se empaquetan, o se envían a la superficie de la célula, que esta opción parecía una quimera.

En 2002, Gero Miesenbock, del Memorial Sloan Kettering Cancer Center, en Nueva York, se convirtió en el primer investigador que utilizó una opsina para hacer que una célula cerebral fuera sensible a la luz. Utilizó una opsina tomada de la retina de una mosca de la fruta. Miesenbock es considerado uno de los padres de la optogenética, y en 2013 compartió un premio importante, el Brain Price, con Deisseroth y varios otros. La opsina de la mosca de la fruta requiere tres proteínas que actúan en conjunto para conseguir que la célula se ilumine. Adaptar el experimento al cerebro de un animal vivo, lo que significaría importar el código genético para cada una de las tres proteínas, es una tarea altamente difícil.

En 2003, un grupo de investigadores alemanes anunció el descubrimiento de una nueva opsina microbiana, derivado de un alga verde que crece en estanques. Cuando se introduce en las células embrionarias de riñón humano, la opsina hace que las células respondan a destellos de luz azul. Deisseroth reconoció el descubrimiento como potencialmente revolucionario. A diferencia de la opsina de la  mosca de la fruta, la nueva opsina, la canalrodopsina-2, o ChR2, convierte la luz  en electricidad en un solo paso, prácticamente a la velocidad de los impulsos eléctricos en el cerebro.

Durante unos años, Deisseroth había estado elucubrando acerca del uso de las opsinas para obtener neuronas sensibles a la luz en un animal vivo, idea compartida por algunos otros investigadores y que fue propuesta en Stanford, al colectivo que incluía a un estudiante graduado llamado Ed Boyden. Pero era muy probable que fuera imposible modificar  las células del cerebro, que son mucho más complejas y frágiles que las células de riñón que el equipo alemán utilizó. Para muchos científicos, el riesgo de pérdida de tiempo y dinero era demasiado grande.

En el verano de 2004, Deisseroth abrió su propio laboratorio de la Universidad de Stanford, y contrató a un estudiante de doctorado brillante llamado Feng Zhang, que en su adolescencia había trabajado en un laboratorio de terapia génica. Zhang parecía la persona ideal para hacer el delicado trabajo de introducción de la opsina obtenida de los estanques en una célula cerebral. La opsina tendría que ser introducida “de contrabando” en la célula usando un virus, pero a una concentración que no matara a la neurona.

El laboratorio de Deisseroth aisló una neurona de rata en una placa de Petri, y Zhang eligió un lentivirus benigno para introducir la opsina en la célula. Deisseroth alistó a Ed Boyden para realizar las  pruebas en la célula tratada. Cuando Boyden iluminó el cultivo con la luz azul, la célula produjo fuertes potenciales de acción, los picos de  actividad eléctrica que las neuronas utilizan para comunicarse. Después de un año de experimentos, el equipo había creado la primera tecnología fiable del mundo para la generación de neuronas sensibles a la luz que funcionaban a la velocidad del cerebro.

Pero Deisseroth se lo tomó con calma. No estaba claro que esto fuera a funcionar para lo que realmente importaba, no sólo un experimento de juguete en un plato, sino para realmente controlar el comportamiento de un animal vivo de una manera que nos pudiera enseñar que es lo que el cerebro estaba haciendo realmente en cada momento. En efecto, cuando el equipo presentó un artículo anunciando sus resultados en las revistas Science y Nature, las dos revistas alabaron el ingenio del experimento, pero no vieron ninguna aplicación práctica, y lo rechazaron. Cuando el artículo fue finalmente publicado en la revista Nature Neuroscience, en agosto de 2005, la comunidad científica no estaba segura de que la técnica pudiera alguna vez llegar a funcionar en un animal vivo.

Deisseroth y sus colegas se enfrentaron entonces a una serie de desafíos. Trabajaron  para introducir las opsinas en   células específicas del cerebro asociadas con, por ejemplo, el sueño o la memoria o la ansiedad. Por último, idearon un medio para la fijación de pequeños fragmentos de ADN a las opsinas, que actuaban como una contraseña, asegurando que se introducirían sólo en las células correctas. Luego tuvieron que encontrar una manera de hacer llegar destellos de luz a las regiones profundas dentro del cerebro, y desarrollaron un cable de fibra óptica conectado a un diodo láser. A finales de 2005, comenzaron los ensayos preliminares para ver si podían controlar el comportamiento en ratones. En los primeros experimentos, en células del hipotálamo, una región implicada en el sueño, engatusaron a los animales para que durmieran en un cuarto oscuro, luego iluminaron con  luz azul el interior de su cerebro. Los ratones  parecía que se despertaban. El animal parecía contraerse, y a continuación, volverse a dormir, en un movimiento muy sutil. Pero esta no era la respuesta dramática que habían esperado.

El siguiente avance científico de Deisseroth fue el resultado de un truco publicitario. Cuando se extendió la noticia de lo que estaba ocurriendo en su laboratorio, un reportero del Times solicitó una visita en el verano de 2007. Para esta visita, se realizó un experimento en el que se estimulaba la corteza motora de un ratón consiguiendo que este se pusiera a temblar.  

Deisseroth grabó un vídeo que recreaba el experimento. Un ratón, aparentemente normal, a excepción de un pequeño tubo que sale de la parte superior de su cabeza, donde está implantado  el cable de fibra óptica, filmado desde arriba, se veía de pie sobre sus patas traseras y husmeando a un  lado de su recinto. En el instante en que aparecía un brillo azul, el ratón comenzaba a dar vueltas en amplios círculos hacia la izquierda. (El cable de fibra óptica estaba emitiendo  luz brillante sobre las neuronas motoras en el lado derecho del cerebro, que controlan el movimiento en el lado izquierdo del cuerpo.) En el instante en que la luz se apagaba, el ratón dejaba de correr y se dedicaba otra vez a husmear. Estaba claro que el comportamiento no era una respuesta al dolor, ya que el cerebro no tiene receptores de dolor. Mediante la estimulación de la corteza motora con la luz azul, Deisseroth había transformado un animal que se movía libremente en algo parecido a un avatar de videojuegos controlado con un joystick.




El reportero se impresionó lo suficiente para ofrecer el experimento en su artículo. Esto fue dos años antes de que Deisseroth y otros investigadores demostraran que la optogenética podría ser más de lo que el Times había llamado una "versión de ciencia ficción de los estúpidos trucos con mascotas."

En la primavera de 2009, una estudiante graduada que trabajaba con Deisseroth,  Viviana Gradinaru, publicó un artículo sobre el uso de  la manipulación optogenética en roedores para definir las conexiones neuronales precisas afectadas en la enfermedad de Parkinson. Poco después de eso, Zhang fue co-autor de un artículo en la revista Science que examinaba el papel que las neuronas altamente específicas de dopamina desempeñan en los sentimientos de recompensa, resultados estos que tenían un significado especial en la adicción a las drogas. Dos artículos en la revista Nature mostraron el papel de las células en la actividad cerebral relacionada con la esquizofrenia y el autismo. Los artículos aparecieron en rápida sucesión. Eso fue todo lo necesario para que el mundo científico se convenciera de la validez de la optogenética.

Muchos científicos escribieron a Deisseroth para solicitar clones de las opsinas para utilizarlos en sus propios experimentos, y, en los años posteriores, surgieron las subespecialidades  de bioingeniería en el diseño y desarrollo de nuevas opsinas. Ed Boyden, que dejó Stanford para poner en marcha su propio laboratorio en el MIT, ya habían demostrado que, mediante destellos de luz amarilla, una proteína fotosensible relacionada con la que Oesterhelt encontró en África, podría producir una corriente eléctrica que desactivara la actividad neuronal. Mediante su uso en conjunto con la opsina de luz azul, los investigadores pueden jugar con los circuitos neuronales como con un órgano, activando y desactivando la actividad cerebral a la velocidad real con la que las neuronas se comunican entre sí, un proceso, según Deisseroth, que ha traído un extraordinario control a los experimentos diseñados para determinar cómo el cerebro procesa la información y conduce el comportamiento. Mediante la  tinción de las células con proteínas que brillan fluorescente cuando las neuronas se excitan, los investigadores no sólo pueden "estimular" comportamientos, mediante la estimulación de las células cerebrales tratadas optogenéticamente con los destellos de luz de fibra óptica, sino también "leer" la actividad de circuitos que se activan cuando a los animales de laboratorio se les somete a ciertas tareas.

Según Gary Lynch, profesor de psiquiatría y comportamiento humano de la Universidad de California, y un experto en la memoria, la optogenética se ha convertido en una herramienta indispensable en la neurociencia. Su tremendo poder es que permite practicar en poblaciones específicas de neuronas que se mezclan con otros tipos de neuronas y estimulan el tipo que se quiere estimular, como en algunas partes de la amígdala, donde las neuronas correspondientes a las emociones, la memoria y la sociabilidad se entremezclan. El problema con los experimentos anteriores sobre la amígdala, es que cuando se estimulaba con electrodos y se tenían efectos, no se sabía cual de todas las poblaciones de neuronas afectadas era la responsable.

Lynch recientemente comenzó experimentos optogenéticos en el hipocampo, una estructura cerebral profunda, que es crucial a la memoria narrativa, y que era especialmente difícil de estudiar con los viejos métodos, a causa de la multitud de "inputs" neuroquímicos de otras partes del cerebro. Durante años, trataron de entender como estos diferentes inputs afectaban al hipocampo. Ni con fármacos, ni con estimulación eléctrica se conseguían buenas respuestas. La optogenética, sin embargo, ofrece una forma ideal para identificar las neuronas afectadas por esos inputs, activarlas y desactivarlas, y observar el efecto que ello tiene en la memoria. La investigación podría tener implicaciones para la adaptación de los medicamentos utilizados para aliviar las enfermedades neurológicas.

La Universidad de Stanford es conocida por la escasez de su espacio en el laboratorio, pero en 2012, como Deisseroth era cortejado por instituciones rivales, la universidad le ofreció un centro de investigación dedicado en las colinas de Palo Alto. Una estructura blanca y elegante que él llama El Edificio para Descifrar el Código Neural, y  que antes había albergado una empresa de biotecnología. El vestíbulo está dominado por una escalera central de torsión, como una cadena de ADN, que une dos pisos llenos de laboratorios, quirófanos para animales, y las oficinas, donde treinta y cinco estudiantes trabajan bajo la dirección de Deisseroth.

En un experimento reciente, su laboratorio investigó el principal síntoma de la depresión: la incapacidad de sentir placer en actividades que antes se disfrutaban. Los ratones prefieren el agua con azúcar al agua normal, pero después de unas semanas de lo que Deisseroth define como  "estrés leve no doloroso", a los ratones ya no les importaba si el agua tenía azúcar en ella. Mediante el examen de las vías cerebrales de ratones que habían sido sometidos al estrés, Deisseroth trazó las conexiones neuronales específicas que se relacionan con su apatía, aislando las células y las conexiones pertinentes. Como compartimos con los roedores muchos de los marcadores de proteínas que definen esas vías, se espera que los fármacos adaptados a los circuitos específicos eliminarán los síntomas con una exactitud que no era posible anteriormente. Esa es la dirección en la que va la psiquiatría clínica, a un tratamiento mas centrado en los síntomas. Muchos psiquiatras esperan que los medicamentos destinados a aliviar la enfermedad global de la depresión como el Prozac, cederán el paso a los fármacos que se dirijan a los síntomas precisos, como la ansiedad, que se produce en múltiples trastornos.

Importa menos la exacta categoría de la enfermedad en la que alguien cae. Lo importante es: ¿Cuáles son los síntomas y cuáles son los medicamentos que ayudan con esos síntomas?

Es posible que la optogenética pueda ser utilizada como una herramienta terapéutica en los seres humanos, y Deisseroth ha recibido donaciones destinadas a ese resultado. Con estas donaciones, ha realizado experimentos para controlar la diferenciación de células madre embrionarias, con la idea de un día desarrollar la optogenética para el tratamiento de trastornos cerebrales orgánicos. Publicó varios artículos sobre el tema en 2010. Una gran cantidad de investigadores ha seguido esta línea, pero él ha seguido adelante, y en la actualidad está centrado en la ciencia básica del cerebro, donde en su opinión, las oportunidades eclipsan todo lo demás en términos de impacto. Algunos científicos han imaginado tratamientos que evocan el stimoceiver de Delgado: El implante de LEDs que se activan con la luz en la profundidad del cerebro para calmar los síntomas de ansiedad o las alucinaciones en los esquizofrénicos. Deisseroth advierte que este tipo de terapias se enfrentan a obstáculos considerables, debido a los efectos desconocidos de la inyección de virus en el cerebro de pacientes vivos. Pero algunos médicos ya están buscando posibles tratamientos en los periféricos del sistema nervioso: los nervios que van a los brazos y las piernas. Si fuera posible desactivar las fibras del dolor sin afectar el movimiento o las sensaciones normales, eso supondría un gran impacto en el tratamiento de los pacientes.


Resultado de imagen de Botond Roska

Botond Roska, neurocientífico en Basilea, y José-Alain Sahel, un oftalmólogo en París, están trabajando con la optogenética para restaurar la vista de los ciegos. Las primeras pruebas han tenido éxito en ratones y primates. También han probado con  retinas humanas de donantes de órganos  que habían sido mantenidas con vida, otra manera de comprobar que estos vectores probablemente funcionaran en sujetos humanos. Tienen la esperanza de ejecutar los primeros ensayos en humanos en el próximo año.

Un día, a principios de 2010, Deisseroth estaba en su laboratorio, disfrutando de unos minutos de paz. La Optogenética finalmente funcionaba como había esperado. Pero ahora estaba interesado en uno de los problemas más acuciantes de la neurociencia: cómo crear una imagen detallada de todas las neuronas del cerebro y sus interconexiones. Los rayos X y otras técnicas que utilizan la luz para penetrar en los tejidos no funcionan, debido al gran volumen de  grasas y  agua  del cerebro, que hacen que la luz se disperse. Durante años, los neurocientíficos han recurrido a rebanar el cerebro de cadáver en láminas muy estrechas, al escaneo de las mismas, poniendo las secciones de nuevo juntas, tratando de realinear las fibras nerviosas, muchas de los cuales habían sido dañadas al ser cortadas en capas. "Básicamente, no sirve," pensaba Deisseroth. "Sólo se puede hacer anatomía muy local a pequeña escala." La eliminación de las grasas y el agua se consideraba imposible, ya que constituyen la "gelatina" que mantiene la delicada red de neuronas y axones en su lugar.

Deisseroth pensaba lo bueno que sería si se pudiera hacer un cerebro completamente transparente. En su laboratorio, Deisseroth preguntó si se podrían desplazar  las grasas y el agua con un andamio que apoyaran el cableado, pero permitiera que la luz penetrara, quizás un hidrogel, un polímero a base de agua que se utilizara para apoyar las células en el mantenimiento del tejido humano. La idea se convirtió en CLARITY, un acrónimo en inglés de "Hidrogel de tejido compatible con inmunotinción/Imagen anatómicamente rígida tras la eliminación de lípidos”. CLARITY  es el segundo gran aporte de Deisseroth a la neurociencia, un método para transformar los cerebros de cadáveres en completamente transparentes, con excepción de las neuronas y las fibras nerviosas que quedan perfectamente intactas.

A diferencia de la optogenética, la idea progresó rápidamente para su uso práctico. Deisseroth contrató a un ingeniero químico llamado Kwanghun Chung, y en unos meses estaban experimentando con un hidrogel llamado acrilamida. Inyectaron la acrilamida en forma de líquido en los tejidos, y luego introdujeron el cerebro en agua caliente, lo que provocó que el líquido se convirtiera en un gel. Mediante el paso de una corriente eléctrica suave a través de los tejidos, las grasas se diluyeron, dejando  los circuitos neuronales en suspensión en el hidrogel, y haciendo que el cerebro fuera "transparente".




En abril de 2013, Deisseroth anunció la nueva tecnología en la revista Nature; El sitio Web de la revista publicó videos de un cerebro de ratón transparente, que muestra una maraña de células increíblemente finas y de fibras nerviosas, que brillaban  en verde contra un fondo negro. Thomas Insel, Director del Instituto Nacional de Salud Mental, lo calificó como "probablemente uno de los avances más importantes en  neuroanatomía en décadas." Desde entonces se ha convertido en una herramienta estándar para los científicos y médicos de todo el mundo. Estudios publicados recientemente utilizando CLARITY han proporcionado una nueva perspectiva sobre la acumulación de depósitos en el cerebro de las personas con la enfermedad de Alzheimer. La tecnología ha sido adoptada como una herramienta crítica para el proyecto, respaldado por la Iniciativa BRAIN, de obtener un mapa completo del cerebro de un ratón y, tal vez con el tiempo, del cerebro humano. Una enorme empresa, en la escala del Proyecto del Genoma Humano, en el que los investigadores tienen que trazar y clasificar los casi cien mil millones de neuronas y las cien billones de conexiones entre ellas.

Durante décadas, los investigadores han imaginado el cerebro como una sopa de sustancias neuroquímicas cuyo funcionamiento normal depende de que los productos químicos permanezcan en un equilibrio adecuado. Se creía que las enfermedades mentales eran el resultado de un "desequilibrio químico", la cantidad incorrecta de uno u otro neurotransmisor en determinadas sinapsis. Las limitaciones a este enfoque se hacían evidentes incluso antes del advenimiento de la optogenética y CLARITY. Si se cree que hay algo tal como una deficiencia de serotonina en la depresión, entonces cualquier cosa que aumente específicamente la cantidad de serotonina sería un antidepresivo. Pero no es cierto. No se pueden explicar las cosas a ese nivel. Del mismo modo para la psicosis o la esquizofrenia. Algunas cosas encajan en patrones químicos, pero otras no lo hacen.

Cada vez más, los neurólogos creen que la clave para entender cómo funciona el cerebro reside en la totalidad de sus circuitos neuronales, y la forma en que las regiones cerebrales muy distantes entre sí se comunican a través de la proyección de largo alcance de las fibras nerviosas. Con este punto de vista, los trastornos mentales son el resultado del cortocircuito o de la interrupción de cables del gran circuito que forma el  cerebro, y es la hora de definir y describir esas conexiones del circuito para lo cual  las innovaciones de Deisseroth prometen ser especialmente útiles.

Christof Koch, del Instituto Allen, compara a Deisseroth con Galileo, cuyas iniciales mejoras del telescopio ofrecieron un gran avance en nuestra comprensión del cosmos.  Y así como el telescopio de Galileo abrió la inmensidad del espacio, las tecnologías de Deisseroth han ayudado a revelar lo poco que sabemos sobre el cerebro, esto es, la más compleja pieza de materia organizada en el universo conocido.

En los últimos cuatrocientos años, desde el descubrimiento del telescopio, cada generación sucesiva de astrofísicos ha dado cuenta de que el universo es aún más grande que el pensamiento de la generación anterior. Lo mismo sucede con el cerebro. Cada generación de neurocientíficos descubre una imagen de más complejidad, con más capas ocultas.

Deisseroth sabe que no está cerca de comprender el mayor misterio de la mente: Cómo un poema o una pieza de música pueden provocar emociones a partir de una masa de neuronas y circuitos suspendidos en grasas y agua. Esa es una cuestión importante, pero es demasiado pronto para preguntarla.



(*) bioquímica